Lucya abrió los ojos a primera hora de la mañana, de eso estaba segura, pues sentía su cuerpo cansado, como si realmente no hubiese descansado lo que deseaba, y aún el sol apenas y se estaba filtrando por la ventana, aunque no pudo apreciar mucho este hecho, como tampoco pudo disfrutar del rostro de Vladimir durmiendo a su lado, pues la joven no era como que se hubiese despertado por voluntad propia, claro que no, lo que la hizo despertar fue una sacudida, como si un terremoto estuviese moviendo la cama, aunque solo era ella y un mareo tan insoportable que incluso llegó a despertarla, peor aún, apenas sus ojos se abrieron las náuseas se agolparon en su garganta, por lo que casi tropezando salió de la cama con dirección al baño, donde únicamente hizo arcadas pues nada tenía en su estómago.
—Lucya, ¿qué es lo que sucede?, ¿estás bien? —pregunta estúpida, se dijo la morena, pero no tenía ni siquiera fuerzas para responderle al rubio, en verdad se sentía mal.
—Dios. —se quejó con poca fue