Mundo ficciónIniciar sesiónLa noche en Nueva Aztlán ya no era un enemigo. La “Luz del Sol”, montada sobre su pedestal de piedra en la plaza central, ardía con un brillo constante, un faro de poder y seguridad. Desterró a las sombras y, con ellas, a los miedos ancestrales que se arrastraban en la oscuridad.
La vida de la ciudad cambió por completo. Después de la jornada de trabajo, la gente ya no se retiraba a la penumbra de sus chozas. Se congregaban en la plaza, bañados por la luz milagrosa. Los niños jugaban bajo la mirada vigilante de sus padres. Los artesanos podían reparar herramientas hasta bien entrada la noche. Las mujeres se sentaban en círculos, tejiendo y compartiendo historias, sus voces ya no susurros temerosos, sino una animada conversación. La plaza se convirtió en el corazón palpitante de la nación, un lugar que nunca dormía del todo, y Nayra







