Me desperté al día siguiente y me giré para mirar a Christian, que aún dormía a mi lado.
Me quedé observándolo un rato, admirando lo guapo que era. Un ligero rubor me subió a las mejillas al recordar la noche anterior, cómo mi cuerpo reaccionó y disfrutó…
Hacía tiempo que no sentía ese tipo de placer.
—Si sigues mirándome así, voy a cogerte aquí mismo en la cama y besarte hasta dejarte sin aliento.
Sus ojos seguían cerrados, pero había una sombra de sonrisa en sus labios.
Me sonrojé, sonreí, y él abrió los ojos, tirando de mí para acercarme más, cubriendo mi rostro y cuello con un montón de besos.
—¿Dormiste bien? —preguntó.
Asentí. —Sí, no tuve ninguna pesadilla. La verdad, dormí mejor que cualquier otro día.
Christian besó mi frente y me miró directamente a los ojos, los suyos brillando con un toque de picardía.
—La única solución para que esos sueños desaparezcan es que duermas conmigo todas las noches.
Sonreí, medio bromeando: —Estás aprovechándote de la situación.
—Puede ser —res