Mientras estaba en el gimnasio, concentrada en algunos ejercicios para aliviar el estrés, sentí que alguien se acercaba.
Era Alex.
Su rostro tenía esa mezcla de preocupación y curiosidad que siempre llevaba cuando venía falar comigo.
— ¿Y entonces, Ariel? ¿Cómo estás? — preguntó, elevando un poco la voz por culpa de la música alta alrededor.
— Estoy bien, gracias. — respondí, desviando la mirada del aparato hacia él. — Pero dime… ¿dónde te has metido?
Alex soltó un suspiro, parecía cansado.
— Ah… estuve resolviendo unos asuntos importantes allí en París. Fue intenso, prácticamente no tuve tiempo para nada.
Asentí, entendiendo el tono serio en su voz.
— Ya… espero que hayas conseguido resolverlo todo.
Él me dedicó una leve sonrisa, agradecido.
— Sí, lo resolví. Pero ¿y tú? ¿Cómo van las cosas por aquí?
— Conflictivas, como siempre… pero de momento, ahí vamos. — respondí, intentando sonar ligera.
Él asintió, mirándome serio por un instante.
— Me lo imagino… de verdad espero que las cosa