Cap.2

(Ariel)

Nada más llegar a casa, lancé el bolso a un rincón y me dejé caer en el sofá. Teddy, mi pequeño torbellino de pelo, no perdió el tiempo. Corrió hacia mí, saltando a mis brazos como si yo fuera su mayor alegría.

—¡Hola, mi amor! —dije, abrazándolo con cariño—. ¿Me has echado de menos?

Movió la colita, lleno de entusiasmo, y empezó a lamiéndome el brazo, como dándome la bienvenida después de un largo día.

—¿Vamos a dar una vuelta, entonces? —sugerí, levantándome.

Con un salto animado, Teddy bajó de mi regazo y corrió hacia donde guardo su correa. La cogí y se la puse con cuidado en el cuello, mientras él se retorcía de alegría.

Salimos al parque que hay cerca del apartamento. El sol empezaba a ponerse y el cielo estaba teñido de naranja y rosa. Mientras paseaba, me distraje y me vinieron a la mente todas las dificultades que había pasado desde que dejé a Thomaz.

La vida no había sido fácil, pero ahora que tenía un trabajo nuevo, necesitaba control y mantenerme firme.

Después de andar un rato, me senté bajo un árbol, sacando la botellita de agua y los snacks que había traído. Teddy se acurrucó entre mis piernas, observándolo todo alrededor con la lengua fuera, pareciendo el perro más feliz del mundo.

Sonó mi móvil en el bolsillo, interrumpiendo mis pensamientos. Era mi hermano Max.

—¡Hola, hermanito! —contesté, intentando ocultar una sonrisa.

—¡Hola, gatita! ¿Cómo estás? —Su voz sonaba alegre, como siempre.

—Mucho mejor ahora, después de un paseo con Teddy —dije, inclinando el móvil para que pudiera ver a mi compañero—. Y tú, ¿cómo te van las cosas por ahí?

—Todo tranquilo, pero… ¿no deberías estar trabajando ahora?

Me encogí de hombros; no quería entrar en la historia de mi exjefe. Max tenía muy mal genio y sabía que podría coger el primer avión para darle una lección a él y a Thomaz.

—Me despidieron. Tuvieron que recortar personal —intenté mantener un tono ligero, pero noté la mirada de Max llena de sospecha.

—¿Estás segura de que Thomaz no tiene nada que ver? —preguntó, con evidente preocupación en la voz.

—Sinceramente, sí… Pero ya conseguí un trabajo nuevo. En la empresa donde trabaja Jéssica había plazas en el equipo de limpieza y conseguí una.

Max arqueó una ceja, lo que me hizo sentir un vacío en el estómago.

—¿Limpieza? Se supone que deberías estar trabajando en lo tuyo.

—Lo sé, pero ya sabes lo difícil que es encontrar trabajo después de lo que hizo Thomaz. Y tenía prisa, necesitaba conseguir algo para ayudar a Jéssica con los gastos y también con nuestra ma…

Parecía que la palabra “madre” se atascó en mi garganta. Max me miró con curiosidad.

—¿Ibais a decir “nuestra madre”? ¿Necesita algo?

Respiré hondo. Era difícil ocultarle las cosas, pero la situación se estaba complicando.

—Será mejor que hables con ella.

—¿Qué está pasando, Ariel? —preguntó, y supe que no podría esquivarlo.

—Mira, mamá no está muy bien. No te preocupes, pero es ella quien debe contártelo.

—¿Qué me estás ocultando? —la presión en su voz aumentó.

—Solo algo que ella pidió. Mira, llámala y habláis los dos, ya he dicho demasiado.

Max respiró hondo, apretándose el dedo entre los ojos, como intentando controlarse. Sabía que se preocupaba demasiado.

—Te llamaba para hablar de otra cosa.

—¿Qué? —pregunté, con creciente curiosidad.

—Estoy prometido.

Se me abrieron los ojos de par en par y una expresión de shock invadió mi rostro.

—¿P-prometido? ¿Con quién? —La pregunta salió de mi boca antes de poder pensar.

Él giró el móvil, llamando a alguien con la mano. Enseguida se acercó una rubia de ojos azules, con la sonrisa más grande del mundo, compartiendo pantalla con mi hermano.

—Esta es Kaline, mi prometida. Kaline, esta es mi hermana pequeña, Ariel.

—¡Hola, un placer conocerte por fin! —dijo Kaline, pero algo en su tono no parecía tan alegre como sus palabras.

—Hola… —respondí, sin saber qué decir. Mi cerebro era un torbellino. ¿Max, mi hermano, prometido? ¿De verdad se va a casar?

—No se lo digas a mamá todavía, ¿vale? Quiero darle una sorpresa. Voy a coger vacaciones del trabajo y quiero ir a veros para presentar a Kaline en persona.

—¿Sabrás guardar el secreto? —preguntó Kaline, con una mirada astuta.

Dios mío, algo en ella no me cayó bien.

Asentí con la cabeza, aceptando.

—Bueno, tengo que irme ahora. ¡Hasta luego, hermanita! Después de que hable con nuestra madre sobre lo que sea, te llamo.

—Vale, te espero. Te quiero, hasta luego.

—¡Yo también te quiero!

—¡Adiós, Ariel! —se despidió Kaline, y la pantalla se quedó negra.

Me quedé sentada allí, intentando asimilarlo todo. Se suponía que debería estar feliz, mi hermano por fin había encontrado a alguien, pero ¿por qué no me sentía así? ¿Por qué Kaline no me inspiraba confianza?

Bueno, quien necesita confiar es él, no yo. Tal vez solo eran celos, ya que él confiaba en ella lo suficiente para pedirle matrimonio.

—Vamos, Teddy —dije, levantándome y tirando de la correa de Teddy. ¿Qué más podía hacer aparte de esperar y desear que todo saliera bien?


Al llegar a casa, fui directa al baño. Una ducha caliente siempre ayuda a relajarse, y después de vestirme con algo ligero y cómodo, me puse a preparar la cena. Con el olor de la comida invadiendo la casa, decidí distraerme un poco y ver algo en la tele. Pero nada más encenderla, apareció el rostro guapo pero frío de Christian Mitchell, ocupando casi toda la pantalla.

—Este tío no se cansa de traer problemas a su familia. No sé cómo estas mujeres logran aguantarlo. La forma en que me trató hoy en el ascensor fue de vergüenza —refunfuñé, poniendo los ojos en blanco.

Era impresionante cómo algunas personas solo se preocupan por sentirse superiores. Christian y Alicia eran figuras influyentes aquí en Nueva York, y siempre había una cola de gente queriendo acercarse, buscando algún beneficio. Pero, sinceramente, no valía la pena. Yo solo quería hacer mi trabajo y mantenerme alejada de ese tipo de líos.

Poco después, llegó Jéssica, toda animada, y empezó a contar cómo había sido su día en la empresa, especialmente sobre Alicia, que estaba furiosa con los nuevos rumores sobre Christian.

—¿Y sus padres, qué dicen de todo esto? —pregunté, con curiosidad.

—Ah, nada. Mira, Christian puede ser un playboy ricachón, pero sabe administrar la empresa como nadie. Los accionistas hasta arrugan la nariz con su forma de ser fuera del trabajo, pero no pueden quejarse de los resultados que ha conseguido para la empresa.

Asentí, pensativa. Christian parecía ser sinónimo de dolor de cabeza en la vida de cualquier chica. Y yo sabía bien cómo era tener a un hombre complicado así cerca.

—¿Y tú, cómo te fue el día? —Jéssica me devolvió a la realidad.

—Ah, lo de siempre. Un poco de correcorre, y sin muchas novedades —respondí, intentando sonar despreocupada, mientras pensaba en Christian y en el lío que parecía ser su vida.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App