Ariel bajó la mirada, la vergüenza y la culpa visibles en su rostro. Yo sabía exactamente lo que estaba pensando, sabía cómo se sentía. Y eso solo me irritaba aún más.
No aguantaba más aquella conversación. No soportaba esa sensación de estar hundiéndome junto con el peso de todo lo que había pasado. Me acerqué a Ariel, miré a las dos mujeres y hablé más frío y autoritario de lo que pretendía.
—Este asunto se va a cerrar ahora. No quiero escuchar ni una palabra más sobre Thomaz.
Mi voz sonó firme, sin espacio para discusión, y como imaginaba, las dos asintieron. Incluso Alicia, con los ojos tristes, pero entendiendo que el tema no volvería a ser mencionado.
El ambiente se volvió tenso, pesado. Se despidieron y salieron, dejando la habitación más silenciosa y sombría. Ariel siguió mirando por la ventana, con los ojos vacíos, como si intentara entender lo que acababa de pasar. Me senté a su lado, pero antes de que yo dijera algo, ella habló con una voz suave, cargada de significado.
—El