La mirada de Caleb Belmont se deslizó por el cuerpo perfecto de Victoria. «Tengo que reconocer que eres más ardiente que el sol. Mujer vulgar», pensó.
Se puso de pie y caminó para ir a su encuentro y antes de que pudiera decirle una sola palabra, ella giró para verlo y la respiración se le atoró en el pecho. Era una puta diosa en todo el sentido de la palabra.
—Cierra la boca o te entrarán moscas —se burló con una sonrisa sexy—. Parece como si nunca hubieses visto a una mujer —añadió.
Caleb había visto a muchas mujeres en su vida y había estado con un sinfín de quienes no podía recordar absolutamente nada, pero tenía la impresión de que esta mujer delante de él; era la excepción a la regla. Estaba seguro de que Victoria era de las mujeres que dejan huella por donde pisan.
—Te ves&hel