558. GERÓNIMO, ATRAPADO
Me fijo por dónde vamos, contando las cuadras que recorremos. Al fin nos detenemos. Es una puerta medio escondida que da a un café normal. Ya sé dónde estoy. Pero no nos quedamos ahí; avanzamos por todas las salas de sexo hasta llegar a una privada. Por el sonido de las olas, sé que se encuentra al lado del mar.
—Gerónimo, no te veo bien. ¿Estás seguro de que no quieres la medicina? —pregunta de nuevo el jefe.
—Estoy bien, ¿dónde está el baño? —pregunto y me pongo de pie.
—Esa puerta que está allí. Tú, acompáñalo —ordena a uno de sus guardias.
No dije nada, dejé que el guardia me acompañara. Pude contar que solo tiene a cinco hombres aquí abajo, más él, que se ve que no sabe luchar; la chica llamada Romina y nadie más.
—¿Adónde vas, Gerónimo? —Me alcanza ella prendiéndose de mi brazo. La desprendo porque no me gusta su toque.
—¿Acaso tengo que decirte cuando voy al baño? —resoplo, molesto por su insistencia en estar pegada a mí.
—No, cariño —dice ella y, luego, baja la v