556. EN EL HOSPITAL
CRISTAL:
Aunque no quiero perder tiempo, me siento en la cama y él me hace un chequeo completo. Mira mis cicatrices y me aprieta el costado donde tengo la herida, haciendo que suelte un grito.
—Acuéstate. Tienes que hacer reposo. Esa costilla todavía no está fuerte. Aunque ha sellado, está débil; cualquier cosa podría hacer que se fracture de nuevo —ordenó mientras me hacía recostar.
—Te mandaré unos calmantes porque creo que te va a doler mucho. Y no te preocupes, Gerónimo es un experto en escapar.
—Eso mismo le acabo de decir —dice mi suegro Giovanni—. Rossi, ¿sabes para qué nos quieren Fabrizio y Luigi con tanta urgencia?
Rossi suspiró profundamente. Su mirada se oscureció, como si en sus pensamientos hubiera imágenes que prefería mantener ocultas. Yo, aún recostada y un poco mareada, seguía atenta a cada uno de sus gestos. En esta vida, no hay espacio para ignorar las señales.
—Es complicado —respondió finalmente—. Sí sé, pero no te puedo decir. Aunque te aseguro que pri