Gerónimo titubea por un instante; la simple idea de lastimarme lo detiene. Pero finalmente, se inclina hacia mí, aprieta mi mano aún más, tratando de darme serenidad y fuerza a la vez.
—No me aclaró; hablaremos juntos con él sobre eso. No te preocupes, mi tío casi es un genio. Él salvó al bebé de Evelin y Gabriel cuando casi lo pierden, así que seguramente va a salvar el nuestro —dice, bajando la voz como si odiara pronunciar esas palabras—. Pero, cariño, no deberás preocuparte por nada; tienes que estar muy tranquila. Yo cuidaré de ti. Nada de ir a trabajar ahora conmigo. Pediré a mi tío que lo haga desde casa. Ahora que mi verdadera mamá regresó… Mi mano se aferra a mi vientre, intentando crear una especie de refugio protector para la vida que ya siento como parte de mí. —Pero sobrevi