Después de dejar a Cristal en casa de sus padres, me dirijo a la mía. Quiero hablar con papá y también comenzar a trabajar. Llego, pero no lo encuentro por ningún lugar; a mamá tampoco, por lo que dirijo mis pasos a mi oficina. Al llegar, veo que me espera una mujer que reconozco enseguida.
—¿Qué te trae por aquí, Chiara? —pregunto con frialdad.—¡Gerónimo! —exclama ella, pateando el piso—. Buenos días, necesito que hablemos urgente.—¿De veras? ¿De qué, si se puede saber? —pregunto con recelo.La observo primero y luego recorro los alrededores. No quiero que me vuelvan a colocar el cartel de casanova. Por ningún concepto quiero hacer sufrir a mi esposa Cristal.Chiara alza la cabeza con ese aire altivo que siempre la ha caracterizado; está segura de que su presencia debe ser suficiente para llamar mi