Maximiliano despertó con un sobresalto y estiró la mano hacia el lado de la cama en busca de Coral, pero ella no estaba allí. Inquieto, se incorporó y miró el reloj: eran las tres de la madrugada. El murmullo constante del agua corriendo llegó a sus oídos. Provenía del baño.
Intrigado, se levantó y se dirigió hacia la puerta, deteniéndose al escuchar algo más. Parecía… ¿llanto? Golpeó suavemente la puerta con los nudillos. —¿Coral? —llamó con voz tenue. No obtuvo respuesta. —Coral… —insistió, mientras giraba el pomo y empujaba la puerta con cautela. La escena que encontró al abrirla lo dejó paralizado por unos segundos. Coral estaba en la ducha, empapada, su cuerpo convulsionándose como si algo invisible la asfixiara. Su rostro estaba deformado por el terror, y