El nombre resonó en su mente como un eco distante, golpeando zonas que creía olvidadas. Maximiliano detuvo su andar por un momento, girando apenas la cabeza hacia Neapoli, quien lo miraba con una mezcla de picardía y expectación.
—¿Eulalia? —repitió despacio, como si estuviese probando un sabor que no sabía definir. Luego añadió—: Claro que me acuerdo. ¿Por qué?Neapoli y Elena intercambiaron una mirada rápida, como si compartieran un secreto que estaban a punto de revelar.—¿No me digas que se te olvidó tu novia? —preguntó Elena con una sonrisa que no disimulaba.—¿Novia? ¿De qué locura estás hablando? Yo no tengo novia en Palermo —contestó muy serio, mirando hacia la puerta de la habitación de Gerónimo, temeroso de que Coral escuchara lo que acababan de decirle.&