Cristal está muy feliz de que él la haya encontrado; eso quiere decir que a ella le gusta de verdad. O al menos eso piensa, por la forma en que la mira, como si quisiera abrazarla. Quizás la buscó para anular el matrimonio.
—¿Cómo me encontraste? —se arriesga a preguntar al ver que él no se decide a hablar. —Te encontré, eres mía —contesta Gerónimo al tiempo que se introduce en la cocina y comienza a servir café en dos tazas. —¿Tuya? —le parece algo posesivo, pero le agrada lo que dijo; va de acuerdo a sus planes. —Perdona, quiero decir, eres mi esposa, tenía que encontrarte —se disculpa Gerónimo, pensando que va muy rápido—. ¿Por qué te fuiste después de casarnos? —Para ser honesta, no sé cómo lo hice. No tengo idea de qu&eacu