212. SENSACIONES Y MIEDOS
Cristal lo detuvo con suavidad. Estaba profundamente preocupada porque su esposo se encontraba convaleciente, y no era bueno que él estuviera haciendo ese tipo de esfuerzos.
—Estás herido, amor —le dijo mientras intentaba resistirse. Pero él ya estaba completamente desnudo y acostado en la cama.
—Cabálgame, Cielo, ven, hazme el amor —insistió Gerónimo sin dejar de mirarla. Su tono era suplicante, pero sus ojos ardían con deseo—. No te preocupes, esa herida no es nada. Voy a explotar si no lo haces.
Cristal no se hizo rogar. Se sentó despacio a horcajadas, disfrutando del placer de sentir cómo era abierta e introducida hasta el fondo por el miembro erguido de su esposo. Soltó un gemido y lo miró con una intensidad alucinante. Luego se inclinó con cuidado para besarlo, mientras él la penetraba una y otra vez de manera lenta y profunda.
En un instante, Cristal se separó, el deseo aún ardiendo en su interior, para observar a su hermoso esposo. No lograba concebir la vida sin él, p