De pronto, se oyó una enorme explosión y el ruido de neumáticos chirriando en el asfalto, mientras Guido podía escuchar con claridad cómo su hermano maniobraba para mantener el auto. Luego, un choque y nada más. Un tenebroso silencio le devolvió el teléfono.
—¡Gerónimo, Gerónimo, mi hermano, responde, responde…! —lo llamaba asustado Guido, mientras aceleraba y enviaba un mensaje masivo de auxilio a todos sus contactos con la ubicación del auto de su hermano.Los pensamientos de Guido eran un torbellino mientras su auto avanzaba. No podía permitir que aquel silencio repentino y aterrador fuera definitivo. Su vínculo con Gerónimo iba más allá de la sangre; era una conexión forjada en las buenas y en las malas, en el amor y en las batallas contra rivales comunes.—¡Gerónimo, Gerónimo, mi hermano, respond