—Sí, me lo imagino.
Los dos suspiraron profundamente, pues ambos conocían al Alfa a la perfección y sabían lo difícil que era lidiar con él.
Luego, Izan miró al hombre en la camilla y le dedicó unas palabras.
—Lo hiciste bien, Adrián. Lo soportaste bien —alentó—. Que sepas que tu hija y tú son lo