—Y-Ya veo. Supongo que… no podemos negarnos.
—No es una petición, es una orden directa del Alfa —manifestó—. Ahora, salgamos.
Izan la llevó de la mano y la guió hasta la salida del calabozo, a lo que los rayos solares chocaron fuertemente contra el rostro de Emilse. Colocó su mano libre a la altur