En la finca Elizabeth, ingresó a limpiar la habitación de Luz Aída, la mujer se encontraba sentada en su silla de ruedas.
—Vos ¿Por qué venís a esta hora a asear mi alcoba?
—Porque a mí, Rosa me indicó que a usted no le gusta que la molesten.
—Ah, para colmo resultaste respondona.
—Por supuesto, estoy respondiendo su pregunta señora —indicó Eliza, observando a Luz Aída.
— ¿Quién te ha dado permiso de mirarme a los ojos? —bramó encolerizada la mujer—. Vos no has comprendido aún la diferencia que existe entre nosotras.
Ely presionó sus labios, y luego respondió.
—Sí señora, por supuesto que no somos iguales, usted es una persona discapacitada y yo no.