HOMBRE 1. Capítulo 46.
La entrada al ala este de la guarida era una puerta pesada de hierro atornillada a la roca y medio cubierta por la nieve. El mecanismo de cerradura era antiguo, con cadenas y candados tan viejos y oxidados, que de seguro llevaban siglos en ese lugar.
Como ya no había legiones de bestias creadas con humanos y los demonios podían entrar y salir con la teletrasportación, esas puertas permanecían siempre cerradas.
Borya y Drake tuvieron que esforzarse por romper las cadenas y separar las hojas que por el desuso estaban casi selladas.
Cuando al fin estuvieron abiertas, una ráfaga de aire putrefacto y caliente salió de su interior.
—Maldición —se quejó Borya cubriéndose la nariz y la boca con la parte interior del codo—. Imagino que así olerá el infierno.
Yelena miraba entre asombrada y aterrada el largo y sombreado pasillo que se extendía frente a ella, débilmente iluminado por unas piedras encendidas como carbones que se hallaban cada tanto.
—Esos miserables monstruos decoraron este lugar