Veintiocho

Clara caminaba de un lado a otro por el lujoso departamento de Dean, con la mano apoyada en su creciente vientre mientras contemplaba la ciudad desde las ventanas que iban del suelo al techo. Dean llevaba tres horas fuera y ella se estaba volviendo loca.

Su teléfono estaba sobre la mesa de mármol, con la información de contacto de Caleb brillando en la pantalla. Llevaba veinte minutos mirándolo, luchando contra el impulso de llamarlo.

Finalmente, cedió.

—¿Caleb? Soy yo.

—¡Clara, cariño! Justo estaba pensando en ti. ¿Cómo te sientes?

—Horrible. Dean me tiene encerrada en su departamento como si fuera una prisionera. Te extraño mucho.

—¿Dónde está Dean ahora?

—Se fue a «darle una lección a Víctor». Probablemente no regresará en varias horas. —La voz de Clara se volvió quejumbrosa—. Estoy tan aburrida y realmente necesito verte.

—Sabes que yo también quiero verte, pero ¿es seguro? ¿Qué pasa si Dean regresa y tú no estás ahí?

—No regresará esta noche. Confía en mí, cuando Dean va tras alg
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