Mason tomó la ruta que atraviesa Brooklyn para evitar las cámaras de tráfico. A quince minutos de Queens, su teléfono se iluminó con llamadas entrantes. Su junta directiva. Sus abogados. Su equipo de seguridad. Los ignoró a todos.
—Saben que nos hemos ido —dijo Scarlett.
—No importa. Ya casi estamos...
El sedán se desvió violentamente hacia la derecha. El sonido del metal raspando el asfalto llenó el coche mientras Mason luchaba con el volante.
—¿Qué...?
Otro impacto por el lado izquierdo. Un SUV negro los había embestido, empujándolos hacia la barrera de seguridad. Mason aceleró, pero el SUV igualó su velocidad, acorralándolos contra la barrera de hormigón.
—¡Agarrense!
Mason pisó el freno a fondo. El SUV los adelantó. Pero un segundo vehículo, otro SUV, ya estaba detrás de ellos, acercándose rápidamente. Mason no tenía espacio para maniobrar.
El segundo SUV chocó contra su parachoques trasero. Su sedán giró de lado a través de dos carriles. Las bocinas sonaban. Los neumáticos chirri