Desde la puerta se oyó un suave y dramático sollozo. Clara finalmente apareció, con una mano presionada contra su corazón y la otra descansando sobre su vientre aún plano.
Y su rostro era una obra maestra de inocencia herida.
—Lo siento mucho, Scarlett —dijo Clara, con la voz temblorosa por una emoción fingida—. Nunca quise causar problemas. Quizás debería dormir en el sofá...
Ahí estaba.
Scarlett reconoció la manipulación de inmediato. Clara había perfeccionado esta actuación a lo largo de los años: la mártir, la víctima inocente, siempre ofreciéndose a sacrificarse mientras hacía imposible que nadie la dejara hacerlo.
—Oh, déjate de tonterías, Clara —espetó Scarlett—. Las dos sabemos que tú has orquestado todo esto.
Los ojos de Clara se abrieron con total sorpresa. —Yo nunca...
—Sí lo harías y lo has hecho. —Scarlett se volvió hacia Víctor—. ¿No ves lo que está haciendo? Te está manipulando como si fueras un títere.
—Está embarazada y asustada —dijo Víctor con firmeza—. Necesita est