Dos semanas sin ella

Dos semanas que pasaron para Maximiliano con una lentitud que lo volvían loco. Dos semanas soportando apariciones públicas con Mercedes, fingiendo sonrisas y siendo cortés. Después de todo, ella no tenía la culpa de que sus sentimientos estuvieran en otro lado.

Toda esa seguridad de que Verónica sentía algo por él se iba diluyendo con la presencia de Martín en la casa de los Anchorena. Lo buscó en notas sobre su trabajo en la ONU. Era un pelele. Insulso. Tenía cara de estúpido, un gusto horrible para vestirse y siempre sonreía de oreja a oreja.

¿Ese títere iba a contener a Verónica? ¡Por favor! El bobo solo sabía de protocolos.

Los sueños sobre ella se intensificaron con los días. Ya no eran visiones fugaces de su rostro o su cabello. Se fueron transformando en necesidad. Una que lo quemaba.

—¿Cómo están yendo las cosas con Maximiliano? —preguntó la madre del Jaguar a Mercedes.

—Bien, es un caballero.

—¡No sabes cuánto me alegro, Mercedes!

Se mordió la boca. Sí, era un caballero. Dema
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