La Respuesta
En el despacho de casa, Callum permanecía inmóvil. El certificado y los anillos descansaban sobre el escritorio abierto, con esa nota corta que parecía un golpe certero directo al corazón:
“Ya no puedes decir que no.”
Eliot lo observaba de reojo, como quien contempla a un animal salvaje debatiéndose en su propia jaula.
- Bueno… - murmuró, recogiendo el papel - La fecha… fue justo cuando estabas en el hospital, ¿te acuerdas? Tú con tu crisis y ella resolviendo todo sin que lo supieras. Qué jugada, amigo.
- ¿Lo sabías?
- No. Para nada. Pero creo que deberías darle una respuesta. Todo el mundo está mirando.
Callum no respondió. Su mirada permanecía fija en los anillos, la mandíbula apretada como si luchara contra algo más fuerte que él mismo. El peso de lo que significaba lo golpeaba en silencio: Aurora había estado en paz porque siempre supo que ya no había marcha atrás.
De pronto, Callum extendió la mano, tomó uno de los anillos y, sin vacilar más, lo deslizó en su dedo. L