Cuatro meses después
Helena subió los primeros escalones de la Fundación, porque no pretendía engañarse fingiendo que vivía en otro lugar, y después de aquella cita lo único que quería era acostarse y dormir doce horas seguidas.
—¿No me invitas a un café?
Damien llegó junto a ella y le dedicó una de esas sonrisas que eran capaces de derretir a cualquiera. Pasó un brazo alrededor de su cintura e inclinó la cabeza despacio, como si ella fuera un cervatillo asustado. Y probablemente eso parecía, porque después de seis citas este era, literalmente, el primer beso que se darían.
Lo esperó con nerviosismo y sintió los labios de Damien unirse a los suyos con delicadeza. Sin mucha invasión, solo la justa para no parecer desesperado, nada de lengua en el primer intento, la técnica era perfect&