5 UNA SEMANA

Liam comenzó su día con unas reuniones, debía asegurarse de que todo estuviera en orden, su cabeza dolía por los tragos tomados la noche anterior, se estaba preparando para ir a almorzar cuando la secretaria de su padre y provisoriamente de él lo llamó.

— Señor, disculpe pero hay una joven que dice que es ¡¿su prometida?! — Por un momento la voz de su secretaria demostró lo escéptica que se debía ver en ese momento.  A él no le quedo más que sonreír, claro que todos lo que lo conocían tendrían esa reacción.

— Que entre. — Fue todo lo que él respondió.

Las puertas se abrieron dejando ver a una joven con unos jeas anchos rasgados y un suéter que era al menos dos tallas más grandes, aun así se veía linda.

¿Con toda la ropa de diseñador que tiene ella se viste así?

— Hola. — Dijo levantando su mano, como quien saluda a un conocido y no a su "novio"

— Hola, creo que debemos perfeccionar nuestro saludo si queremos parecer una pareja que está a punto de casarse, toma asiento.  — Dijo permaneciendo en su lugar y señalando la silla delante de él. 

— Si claro, es por eso que estoy aquí.

— ¿Para saludarme?

¿Realmente no tiene noción de lo agotador que es trabajar?, por supuesto que no, es solo una niña multimillonaria, ¿qué sabrá de trabajar?

— No precisamente, mis tías comenzaron con el asunto de la boda y no se ni siquiera tu número de teléfono. — el rostro de Kim reflejaba incomodidad.

— No lo había pensado. — por supuesto que no lo pensó, el tenia miles de cosas en la cabeza.

— Creo que esto no resultara, será muy incómodo y raro. — ella jugaba de forma nerviosa con sus manos.

— No tenemos opción, tu abuelo lo dejó en claro. — Liam rebatió con una tranquilidad propia de un gran empresario.

— Mi abu solo dijo que responderías como el hombre que eres, no te amenazo...

— Soy un hombre de palabra niña, en este mundo tú palabra vale más que la riqueza que poseas. — Liam no quería ser grosero, pero él estaba acostumbrado a tratar con personas mayores y más centradas, ante sus ojos Kim solo era una niña caprichosa  e indecisa.

— No me digas niña y yo no te diré viejo. — él tendría que ir con cuidado, ella no era de las que se quedaban cayadas.

— ¡¿Viejo?! Tengo la misma edad que Sam.

— Pero tú forma de pensar es como la de mi abu, en fin si quieres continuar por mi está bien, me están volviendo loca, necesito saber cosas de ti, ya sabes para la boda. — Kim hablaba con la misma expresión de quien tiene que estudiar para la materia que no le agrada, mientras que se movía incómoda en la silla, y miraba para cualquier lado menos a la cara de Liam.

— Bien, tengo tiempo ahora, vamos a almorzar y hablamos.

— Imposible.

— ¿Qué cosa?

— Me escapé, en cuanto alguien me reconozca le hablaran a mi familia.

— ¿A qué te refieres con que escapaste?

— A salir por la ventana mientras creen que estoy en mi habitación. – contesto quitándole hierro a la situación, y haciendo un pequeño encogimiento de hombros.

— Y ¿porque harías eso?

— Si decía que vendría a verte, alguien me hubiera acompañado.

— ¿Acaso no confían en mí?— la cara de Liam denotaba molestia. Por lo que ella se apresuró a explicar.

— No es eso, yo nunca estoy sola, a no ser que este en mi cuarto. — explico con total seriedad.

— ¿Por qué? — esta situación era nueva y muy inusual para el hombre.

— Soy la única mujer en la familia, además de ser huérfana, claro que mi hermano también lo es pero él es hombre, creo que suponen que a Sam no le duele no tener padres y como yo soy mujer... — Los ojos de Kim comenzaban a ponerse rojos en el momento que los clavó en los de Liam, dejándolo así ver su interior y el dolor que todo aquello le causaba.

— ¿Pero sabes? no soy débil, así que no me mires así, no necesito que me miren como ellos. — Kimberly odiaba verse débil.

— Y ¿cómo te miran?

— Con lástima, odio que me miren así.

— Bien, aun así no creo que digan algo si almorzamos juntos, deja que llame a tu abuelo por lo menos.

— Como quieras. — La joven se levantó y comenzó a husmear toda la oficina. Se dio cuenta que era más pequeña que las de sus tíos o primos, pero estaba bien, concordaba con el tamaño de la empresa Simons.

Dios, lo que me espera. —  Liam la veía como a una niña, con la curiosidad propia de una criatura de cuatro años, él nunca supo que ella, estaba comparando su pequeña oficina con las inmensas instalaciones que pertenecían a los Bach.

— Hola señor Bach, soy Liam Simons. 

— niño, no es necesario tanta formalidad, dime abuelo y yo te diré Liam.

¿Abuelo? Ahora entiendo porque ella habla sin filtros. Esta familia está loca.

— Abuelo. — dijo cumpliendo con la orden de Marcus, sin evitar sonrojarse por ello. Kimberly se giró de inmediato y comenzó a reír de una forma ruidosa, mientras que él no pudo evitar sonreír ante toda esta locura.

Me siento como un estúpido.

— Quería avisarte que Kim está conmigo e iremos a almorzar, ¿no te molesta verdad?

— Liam, solo mantén tus manos quietas hasta la próxima semana.

— Sí, lo haré no te preocupes.

— Bien, bien, que lo disfruten.

— Ves Marcus es muy razonable. — dijo el hombre apenas colgó la llamada.

— Oh si abu es el mejor. ¿Tus abuelos como son?

— No tengo, murieron hace tiempo.

— Lo siento.

— No pasa nada, ahora vamos tengo que volver en 2 horas. — Liam estaba a punto de abrir la puerta cuando vio que ella no se movía.

— ¿Qué sucede?

— Deberías darme la mano o algo, después de todo estamos muy enamorados tanto como para casarnos. — Liam la miraba y no creía el descaro de esta chica. Pero tampoco podía negar que era razonable lo que pedía.

— Tienes razón. — No solo la tomó de la mano, sino que en un movimiento la pegó a su cuerpo. Y el cuerpo de Kimberly tembló con aquel movimiento.

— ¡¿Qué haces?!

— No grites. — Vio reflejado en sus ojos el pánico, propio de quien es tomada por un extraño.

— Si nos vamos a casar nos tendremos que besar, y preferiría que fuera antes de estar en el altar, no sea que se te de por abofetearme o gritar como ahora.

— pe—pe—pero.

— Shhh. — Liam silencio su queja con un beso inocente, solo apoyó sus labios sobre los de ella y los movió un poco, ante la resistencia de ella, la pegó un poco más a su cuerpo, liberó sus labios y le habló al oído.

— Eso no es nada convincente, ¿acaso nunca besaste a nadie? — Kimberly entre cerro sus ojos con enfado, odiaba que se burlaran de ella, lo había soportado durante años, las burlas de todos, la intocable jamás besada.

Con una determinación de hierro ella pasó sus delgados brazos por el cuello de él y cuando tuvo su atención lo beso, en el momento que sus labios se volvieron a tocar, ella pasó su lengua sobre estos, un toque suave y cálido, hacía mucho tiempo que Liam no sentía un beso tan tierno e inocente, por lo que se dejó llevar, en algún momento la lengua de la joven comenzó una danza con la de él, un baile lento, suave y delicioso, un beso sabor a fresa. Que ella terminó, sin embargo luego de mirar los ojos azules de Liam depósito un pequeño beso en su boca a modo de punto final.

— Y ¿eso? — pregunto el hombre.

— No sé.  — Kim levantó los hombros quitándole importancia al asunto y liberando su cuello.

Fueron a un restaurante cercano a la empresa, no había mucha gente, aun así pidió un lugar que tenga más privacidad.

El mesero tomó su orden y se marchó. Él no pudo evitar el hecho de que el muchacho la comió con la mirada aún con la ropa que traía puesta. Por lo que la observó con detenimiento, pero lo único que descubrió fue que no tenía maquillaje.

— ¿Qué sucede?

— Tienes pecas. — dijo a modo de descubrimiento.

— Y tú barba. — contesto la joven de forma automática. 

— No lo estoy diciendo como un defecto, es un cumplido, te ves...

— Tierna, si mis tías me lo dicen a diario, tendrás que afeitarte para la boda.

— Disculpa. — fue tanto el impacto que sintió al recibir la orden de la joven que el sarcasmo en su voz no se notó. Liam sonreía con incredulidad y sorpresa. 

— Nada personal, te queda bien, de verdad, solo que es la costumbre en mi familia, todos se rasuran para las bodas, o eso dijo el tío Cameron. 

— ¿Podrías dejar de levantar los hombros cada vez que dices algo?

— Lo siento.

—Lo hiciste de nuevo.

— Es un TOC supongo, cuando me pongo nerviosa lo hago.

— Entonces ¿estas nerviosa? Bien, por un momento creí que mi beso no te había afectado.

— ¡Que ternurita! No es por eso, tu beso no me afectó en nada, es el hecho de pensar que me voy a casar con alguien que no conozco. — el pánico en el celeste de los ojos de la joven era claro.

— ¿Te arrepientes?

— No, eso significa mi libertad, Dios esto deben sentir los condenados a muerte cuando son perdonados y puestos en libertad. — Liam sonreía ante las ocurrencias de la joven.

No puede ser que realmente se sienta así, ¿tanto la apartaron del mundo?

— ¿Qué pasa?

— No puedo creer la comparación que acabas de hacer. — contesto con toda la honestidad del mundo.

— Veamos, desde los 2 años siempre han estado sobre mí, mi abuelo, tíos, tías, primos y obviamente Sam, ¿viste lo que sucedió anoche? cuando tropecé. 

— Sí, ellos creían que estabas embarazada.

— No, no fue por eso, siempre es así, ¿sabes cuántas veces me he caído y golpeado con el piso? Dos veces en toda mi vida, y porque me he tirado apropósito en mi habitación.

— Debes estar bromeando. — el escepticismo bailaba en la voz de Liam, pero la cara de Kimberly estaba completamente seria, haciéndole ver que no bromeaba. Y de pronto su tono divertido ya no estaba, en su lugar una voz suave y llena de dolor apareció. 

— Tenía un gatito, lo amaba... no me miraba con pena ni lástima, en sus ojos, era como cualquiera, un día me rasguño, no recuerdo como ni porque... — Kim mira por la ventana, como buscando en su memoria algo.

— Se lo llevaron, nunca lo volví a ver y jamás me permitieron tener una mascota, nada que pudiera herirme, ¿pero sabes algo? Fallaron, me evitaron cualquier tipo de dolor, físico y emocional, pero no me enseñaron a defenderme.... — Liam sabía muy bien de que era lo que ella estaba hablando ahora. 

— No grite... tampoco tenía fuerzas para sacarlo de enzima... en un momento... deje de forcejear y solo mire la puerta, esperaba que entrara... alguien... que me salvé. Esa noche, cuando llegue a mi casa... estaba tan furiosa, les grité a todos, incluso le pegué a mi hermano una bofetada, nadie entendía que me pasaba, no soy así, o no lo era, pero es que no lo puedo evitar, una vez que grite... ya no puedo volver a estar en silencio, si no me caso contigo... no sé  qué sería capaz de hacer para ser libre.  — El hombre comprendió en esa última frase, que tan desesperada estaba esta chica. Y  que él era el único que podía ayudarla.

— No te preocupes, a no ser que tú digas no, yo seguiré adelante. — Eso le gustó, él no le estaba diciendo si nos casamos o no, él le estaba dando a elegir, le daba la libertad de elegir, al final del día solo ella decidiría.

Liam perdió la noción del tiempo y lo que empezó como un almuerzo, se extendió a un paseo por un centro comercial que estaba más alejado de la empresa que tanto necesitaba la atención de él. 

— Entonces ¿no tienes ni idea de lo que quieres estudiar?

— No, soy buena con los números, pero todavía no sé, las matemáticas siempre me gustaron, una ciencia exacta que no cambia a través del tiempo, 1+1 seguirá siendo 2 sin importar los años que pasen, pero ¡¿sabes lo que sería decir que quiero ser profesora de matemáticas?!

— Y ¿porque no?

— ¿Porque jamás podría ejercer como tal? Solo sería un título colgado en la pared.

— Pero nos casaremos y yo como un buen marido no te prohibiré ser profesora. 

— Solo será por un año, luego por más que me reciba, volveré a ser Kimberly Bach.— ella lo hacía notar como si solo se le concediera una libertad condicional, solo por determinado tiempo y luego todo volvería a su curso. 

— Pero podrás decidir...

— ¿No lo sabes verdad?

— ¿Qué cosa?

— Soy la heredera universal de la familia Bach.  — Un frío recorrió la espalda de este hombre al comprender lo que eso significaba. 

— No tienes escapatoria. — dijo con apenas un susurro.

— Yes, ahora espera un minuto aquí, acabo de ver un bolso, y necesito saber si lo tienen en negro.  — La joven se alejó y entro en la tienda, Liam se sentó en la banca, mientras sus pensamientos salían a flote.

Jamás serás libre, nunca podrás confiar en nadie que diga que te ama, y aunque fuera así, ¡¿quién se atrevería a ser el esposo de alguien como ella?! Dueña de una fortuna tan grande.

Su teléfono sonó y se dio cuenta de la hora.

Mierda.

Busco a Kim y volvió a la empresa.

— Te molestaría esperarme aquí, o ¿quieres volver a tu casa? Tengo una reunión, pero no tardaré mucho. — en algún momento este hombre se dio cuenta que le gustaba la compañía de la joven.

— Te espero. 

— Bien si necesitas algo le puedes pedir a la secretaria.

— Ok. — Kimberly decidió pasar el tiempo analizando a su futuro esposo.

No se parece en nada al idiota de Jared, ni a la antipática de Riny, sería un buen amigo, es lindo, y ese beso, fue realmente un beso, nunca me habían besado con lengua, pensé que me daría asco pero no fue así, y tiene un aliento fresco a menta.

— ¿En qué piensas? — pregunto Liam a su lado.

— ¿Cuándo entraste? — dijo sorprendida de verlo allí.

— Hace 5 minutos.

— Mmm, vamos.

— No me contestaste.

— Pensaba que serías un buen amigo. — Eso lo tomó por sorpresa, él ya tenía a sus amigos en Londres y eran muy diferentes a esta joven, jamás se consideraría amigo de una niña que incluso era un año menor a su pequeña hermana.

— Creo que serás una buena amiga para Riny. — trato de hacerle ver lo lógico, con ella tendría más en común que con él.

— Mmm si lo que digas, ¿me llevas?

— Claro.

Apenas llegaron a la mansión los recibió Sam. reparo que la pareja estaba tomada de la mano y no pudo con su genio, después de todo era su pequeña hermana, la que este hombre se llevaría.

— Te estábamos esperando, ¿porque no contestas el teléfono?

— Hola Sam ¿cómo estás? — ella le respondió con el típico sarcasmo de siempre.

De pronto los ojos del hombre se pusieron rojos, a punto de derramar lágrimas que llevaban atrapadas desde la noche anterior, tomo la mano de su hermana y la jalo haciendo que soltara el agarre de Liam y enjaulándola con un fuerte abrazo. 

— Extrañaré eso, Kim, no te cases, quédate aquí con nosotros. — Liam se sentía como un bandido que estaba robando el tesoro más grande de aquel hombre, y es que eso mismo era.

— Sam, yo nunca dejaré de hacerte enojar, siempre serás mi hermano y te molestare, pero... es hora de que abra mis alas. — Sam liberó a su hermana y la miró a los ojos, buscando algún rastro de duda, pero no estaba preparado para lo que vio. Los ojos de Kimberly tenían un tono azulado yendo al celeste más claro, pero nunca habían brillado como en ese momento lo hacían.

— Estaré bien hermano, volare tan alto que estarás orgulloso de mí.

— Siempre estoy orgulloso de ti, sin importar las locuras que hagas, pero cuando vuelva la razón a ti, te estaré esperando aquí, en tu hogar. — Y ese fue el momento en que cago todo el discurso, Liam estaba a punto de retirarse y dejar que Kim lidiarán con todo, ya que no quería ser el ladrón en robarla, pero cuando Sam dijo con tanta seguridad que ella volvería, Liam se propuso demostrarle que se equivocaba.

Idiota siempre tan altanero, en unos días conozco más a Kim de lo que tú la conoces en toda su vida.

— ¿Qué pasa muchachos?

— Nada tía Rebecca, solo le aclaraba a mi hermana que siempre tendrá un hogar donde volver.

— Sam, por favor, no seas así, ¿que pensara Liam? Ahora Vamos, debemos organizar una boda.

La sorpresa fue mayor cuando al entrar al salón el hombre vio a su madre sentada en la sala, las tías de Kim la fueron a buscar para organizar todo, entendían que el señor Simons estaba enfermo, por lo que solo pidieron la presencia de la madre del novio, se pactó que la boda la pagarían los Bach, aunque Liam protestó, no tuvo más remedio que aceptar cuando Marcus habló.

— Dime Liam, ¿serías capaz de quitarle a este viejo el gusto de despedir a su única nieta mujer como se merece salir de esta casa? — Y contra eso no tenía nada que decir, peor fue para Kimberly, sus tías estaban locas, ellas tomaron el control de todo.

— ¡Basta!  — No era el mejor momento para un berrinche, ya que su futura suegra estaba allí, pero ya no podía soportarlo.

— ¿Qué sucede Kimberly?

— ¿Qué quieres princesa?

— Ya que no toman en cuenta lo que quiero, dejaré que se encarguen de todo, con dos condiciones y ¡espero que las cumplan!

— ¿Qué quieres mi vida?

— Yo encargaré el pastel y nadie lo verá hasta el día de la boda.

— Perfecto corazón, sabemos lo que te encanta las cosas dulces y en eso nadie te supera.

— Segundo, no habrá luna de miel.

— ¡¿Que?!

— ¡Eso sí que no!

— Es lo más lindo, te casas y vas directo al Caribe o en tu caso a Egipto, siempre te ha gustado...

— El señor Simons está enfermo y Liam es el hijo mayor su deber es cuidar de su familia, ya tendremos tiempo de viajar. — Tanto Liam como Nancy vieron en ese gesto, que esta joven era más consiente de las cosas que sucedían a su alrededor que sus tías.

— Mi nieta será una mujer sabía, tendrían que aprender de ella. — Las mujeres bajaron la cabeza avergonzadas por no tener esto en cuenta a la hora de planificar la boda.

— Liam, ¿hay algo en especial que quieras? — Esta era otra razón por la que las mujeres se apenaron, ellas solo pensaban en Kim y no habían consultado en nada al novio.

— Sí, mañana traeré un contrato unilateral de separación de bienes.

— ¿He?— Kim no entendía el punto de su futuro esposo.

— ¿A qué te refieres?— Rebecca estaba tan  confundida como todos los demás.

— No quiero que piensen que estoy detrás del dinero de su familia, y ya que Sam está tan seguro que Kimberly volverá aquí... si eso pasara, ella volverá con todo lo que sea suyo además de la pensión que le corresponda por ley al dejar de ser mi esposa.

— ¡No! ¡Claro que no! — Liam no entendía el porqué del enfado de Kimberly. Su familia por otra parte creía que su reacción se debía al hecho de que él pensara en el divorcio antes que en el casamiento. 

— Ven aquí. — Nancy quedó sorprendida ante aquella escena, la joven se levantó tomo la mano de su hijo y lo guio al despacho.

Liam Simons, está chica habla y tu brincas, puedo estar tranquila ahora, si ella te trata así y tú se lo permites es porque la amas.

Apenas se cerró la puerta del despacho Kimberly explotó, pero no como Liam creería que lo haría, ella no estaba gritando, en cambio su mirada era tan atemorizante como la de su hermano Sam y su voz un susurro de lo más aterrador.

— ¿Qué mierda fue eso?

— No quiero que piensen que quiero tu dinero...

— No eso, la parte de que me pagaras, ¿crees que soy una puta?

— ¡¿Que?! ¡¿Que te hizo pensar eso?!

— Me darás una cuota mensual por el resto de mi vida ¿por lo que hizo tú hermano?— el dolor en sus ojos era palpable, al recordar el verdadero hecho por el que se casaban.

— No, no quise que lo tomes así.

— No necesito más dinero, ¿entiendes? Solo no vuelvas a mencionar que me pagaras cuando nos separamos, ¿quieres la división de bienes? Perfecto, pero no recibiré nada de ti. No necesito tus centavos. — Y en el momento que ella se dio vuelta para salir él la tomó del brazo y la hizo volver hasta quedar en frente de él a centímetros de su rostro. Ahora era su turno de enojarse.

— No me vuelvas a menospreciar Kimberly, no soporto que me hagan de menos.

— No lo dije en ese sentido. — tarde se dio cuenta que sus palabras fueron mal interpretadas por su futuro esposo.

— Bien, yo tampoco lo dije en ese sentido.

Esa tención solo se podía romper de una forma, por lo que Liam se dio a la tarea de suavizar el rostro enojado de su futura esposa, quien parecía que tenía un carácter tan fuerte como el de él.

La beso con enfado y ella respondió de la misma forma, hasta que envolvió sus brazos en la pequeña cintura de la joven  y se dio cuenta que ella era aún más delgada de lo que parecía.

— Tortolitos, oh, perdón continúen.  — Liam se separó de inmediato pero no alcanzó a ver quién era la que abrió y cerró de inmediato la puerta.

— ¿Quién era?

— La tía Denise, siempre tan oportuna, será mejor que salgamos o Sam…

— ¡Kimberly!

— Te lo dije.

— ¿Qué le hacías a mi hermana?

— ¡Sam! Gggrr. — Kimberly salió furiosa de aquel despacho. Dejando a los dos hombres en aquel lugar.

— En verdad Sam, no sabes lo que me costó tranquilizarla y tú la altera nuevamente. — Liam salió ignorando la cara de odio de su futuro cuñado.

Los Simons se retiraron ya entrada la noche, disculpándose por no poder quedarse a cenar, ya que su familia los estaba esperando, aunque cuando llegaron el único que esperaba por ellos era Jack.

— ¿Dónde están los demás?

— Riny cenó en su cuarto, como siempre. Y Jared salió... como siempre. Y bien ¿qué te pareció tu futura nuera? — pregunto Jack con verdadera curiosidad.

— Encantadora. — Liam miró a su madre sin poder creerlo. ¿Acaso ella estuvo todo ese tiempo en un universo paralelo.

Lo debe decir porque estoy aquí, pobre mi madre.

— Eso me sorprende viniendo de ti Nancy.

— Es la verdad, sus tías son realmente algo especial, Riny tenía razón, ella es un amor.

OH mi madre enloqueció o ¿cree que merezco estar casado con una joven bipolar?

— Se nota que la han consentido toda su vida y créeme durante unas horas estuve preocupada, apuntó de gritarle a Liam en que estaba pensado cuando pidió casarse con ella, pero luego explotó, un grito y todos hicieron silencio, y ¿sabes? se le notaba que no quería nada de lo que sus tías propusieron, tanto lujo y glamur, sin embargo les dijo a que si a todo, que solo tenía dos condiciones, ella escogerá el pastel y no tendrán luna de miel.

— ¿Pastel y luna de miel?

— Sí, ella dijo que Liam era el mayor de los Simios, que debía ocuparse de nosotros, una joven de 18 años que aún no te conoce sabe que necesitamos a nuestro hijo apoyándonos en esto.

Mi madre tenía razón, Kim era algo especial, mis hermanos son mayores y no saben comportarse, dejaron a mi padre cenando solo, ni siquiera lo pueden cuidar un rato.

— ¿Y el pastel?

— Eso no lo sé ¿y tú Liam?

— No mamá, pero le preguntaré mañana también estoy intrigado.

Al día siguiente la joven se despertó con los gritos de Maia. 

— Dime que esta pasado, ¿qué es eso que te casas? Como que tenías novio, no lo creo ¡habla!

— No puedo mentirte, y no lo haré.

— Bien.

— No te diré nada.

— ¡Que!

— No te lo diré hasta después de casarme, tú eres novia de mi primo, no quiero ponerte en un dilema. 

— No puedes tratarme así.

— Lo lamento May, solo confía en mí, soy feliz...  ¡por fin soy feliz!

Las jóvenes comenzaron a saltar en la cama y cuando Sam entró no entendía que fue lo que vio Liam en su hermana.

Es apenas una adolescente, que fue lo que te atrajo de ella, ¡¿si no quieres el dinero, que fue?!

Kimberly no podía creer que Rebecca consiguiera que un diseñador estuviera dispuesto a hacer su vestido en menos de una semana, cada una de sus tías había elegido un vestido y su abuelo también, los dejaron colgados sin decir quién escogió cual, y ella se los probó, antes de salir con uno, era color blanco puro, con un corsé en forma de corazón lleno de cristales swarovski con mangas trasparente que también tenía de estos pequeños cristales pero en menor cantidad, una gran y pomposa falda con capas tras capas de tul le daba la forma de una rosa blanca invertida, al mejor estilo princesa, ella no podía dejar de verse en el espejo, y por primera vez le dio ganas de comprar lo que se había probado, salió y cuando sus cuatro acompañantes la vieron sus lágrimas comenzaron a caer.

Se paró una vez más ante un espejo, y su abuelo habló.

—Permíteme, creo que le falta algo. — Coloco sobre su cabello negro azabache un tul blanco largo y sumamente liviano como la caricia de una brisa.

Y ahora sí, era ella la que lloraba, no pensaba en la cara que pondría Liam, él solo era el medio para llegar a su libertad, ella lloraba por lo que este momento significaba, sus tías compartían por fin un mismo sentimiento, y su abuelo la miraba como lo que era, su nieta preferida a punto de abrir sus alas.

— Este es, es mi vestido.  — Mientras el diseñador agradecía que los ajustes a realizar serían mínimos.

— ¿Quién lo eligió?— pregunto con toda la curiosidad del mundo.

— Yo mi niña.

— ¡Abuelo! — Corrió y se fundió en los brazos de ese hombre que siempre la había comprendido mejor que nadie, incluso mejor que ella misma.

Cuando estaba saliendo de aquel lugar de fama mundial, se encontró con Liam, esperándola apoyado en su auto.

— Hola. — saludo de forma tímida, y es que con el paso del tiempo ella comenzaba a ver qué tan alto y musculoso era su futuro esposo, ya que su vista comenzaba a vagar por su cuerpo y no solo por su rostro. Pero ante de decir nada más el hombre la besó, un pequeño roce, ya que sus tías estaban presentes. 

— Hola. — saludo con un brillo algo particular, al verla.

— Bien supongo que los tortolitos tienen cosas que arreglar, vamos mis bellas damas, hagan el favor de acompañar a este viejo a tomar un café. —y así sin más toda la familia Bach desapareció.

— Disculpa eso, pero luego que Denise nos vio besarnos anoche un simple hola sería raro. — trato de justificarse pero lo cierto es que paso toda la noche recordando la suavidad de los labios de Kimberly.

— Sí, supongo que tienes razón. — contesto aun con sus mejillas rosas. 

— Toma. — Saco de su bolsillo una caja negra pequeña y se la pasó.

— ¿Y esto?

— Un anillo de compromiso. 

— No era necesario que gastarás dinero en esto.

— Kimberly, serás mi esposa por un año, aunque sea ficción, eso solo lo sabremos tú y yo.

— Bien lo que digas.

— ¿Porque estás nerviosa?

— Como lo sabes.

— Levantaste tus hombros.

— No lo sé.

— Y otra vez lo haces.

— Recién elegí mi vestido... nunca quise comprarme nada, solo me gusta probarme ropa, si sé que suena raro, pero... este vestido... una vez que me lo puse, no quería quitármelo. — respondió completamente roja de vergüenza.

Idiota, eres un idiota, está boda será ficticia, pero es su boda, o por lo menos la primera. — la conciencia de Liam le hizo ver lo lógico.

Le quitó la caja de las manos, mientras Kim lo miraba levantando una ceja, él apoyó una rodilla en el piso lo que provocó que ella riera, pero vio como sus ojos comenzaban a brillar y su cara adquiría un suave color rosado.

De acuerdo princesa Bach, vivirás lo más parecido a una boda real. Este será tu cuento de hadas, por lo menos durante un año.

— Kimberly Bach, ¿me harías el honor de ser mi esposa? — Y en ese segundo el estómago de Liam vibró, la misma reacción que tenía siempre que estaba nervioso.

¿Qué me sucede?, es obvio que dirá que sí, ¿porque me siento de esta forma?

— Sí, claro que sí. — Y en ese minuto él volvió a respirar.

La acompaño a elegir el pastel, y se sorprendió cuando ella sacó una foto y pidió que se le hiciera el mismo pastel, con los mismos rellenos, era un pastel de tres pisos muy simple, todo blanco con rosas rojas en cada piso.

— Es un pastel muy bonito. 

— Gracias, es el de mis padres, es su pastel de bodas.

— ¿Por eso querías encargarte tú?

— Será como si mamá y yo lo hubiéramos elegido. — Liam pasó su brazo sobre los hombros de la joven y la puso a su lado, apretándola un poco, pero sin mirarla, él lo hacía parecer un contacto natural, la consolaba sin llegar a la exageración como su familia. 

Y así los días pasaron, una semana paso rápido.

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