Mundo ficciónIniciar sesiónEl palacio se alzaba ante nosotros con la misma majestuosidad de siempre, imponente y silencioso, como si el tiempo se hubiese detenido a sus pies.
Nada en su estructura delataba los cambios que habían sacudido el mundo más allá de sus muros.Las torres seguían apuntando al cielo con arrogancia, y las cúpulas resplandecían bajo la luz del sol, tan perfectas que parecía imposible mancillarlas. Era irónico. Todo parecía igual. Pero no lo era. El cambio no estaba en el palacio. Estaba en todos. Los guardias permanecían en sus puestos con la misma precisión ritual de antaño: espaldas rectas, rostros imperturbables, pasos medidos. Pero en sus ojos brillaba algo nuevo: una tensión silenciosa, una desconfianza contenida. Nos observaban como si, en cualquier momento, fuésemos a desenvainar una daga. A nuestro paso, los sirvientes inclinaban la cabeza en señal de respeto, especialmente ante Zariel.Algunos






