5. Un intento de huida

Llegué a mi apartamento con una sola cosa clara en mi mente: tenía que largarme de Nueva Orleans. Inmediatamente.

No importaba si Sebastián realmente había matado a Harold o si solo lo estaba imaginando. No importaba si Andy tenía "simpatías" peligrosas o si Logan estaba siendo paranoico. Lo que importaba era que mi vida perfectamente organizada acababa de convertirse en una zona de guerra sobrenatural, y yo no tenía ningún interés en ser víctima colateral.

Saqué mi maleta más grande del closet y empecé a empacar. Ropa para una semana, documentos importantes, todo el dinero en efectivo que tenía. Mi laptop, cargador del teléfono, medicamentos. Lo esencial para desaparecer por un tiempo hasta que pudiera averiguar qué hacer a largo plazo.

Tal vez podría mudarme a Houston. O Atlanta. Algún lugar grande donde pudiera perderse entre la multitud y trabajar como contadora anónima para siempre. Algún lugar donde los vampiros no tuvieran "acuerdos territoriales" que requerían mi participación.

Mientras empacaba, traté de no pensar en la expresión de Logan cuando me había dicho que no confiara en él. O en la forma en que Sebastián había sonreído cuando dijo que esperaba verme pronto. O en el hecho de que aparentemente Harold había muerto por oponerse a algo que ahora yo se suponía que tenía que manejar.

No. No iba a pensar en nada de eso. Iba a empacar, subirse al carro, y conducir hasta estar lo suficientemente lejos como para que Nueva Orleans fuera solo un recuerdo extraño.

A las dos de la madrugada, mi Honda Civic estaba cargado con todo lo que necesitaba para empezar de nuevo en cualquier lugar. Había dejado una nota para mi jefe explicando una "emergencia familiar" y pidiendo el resto de mis vacaciones. Técnicamente no era mentira: esto definitivamente calificaba como emergencia, y Harold había sido familia.

Puse mi teléfono en modo avión y me dirigí hacia la I-10 West. Rumbo hacia Texas, hacia un futuro donde vampiros y hombres lobo fueran solo cosas que veías en N*****x.

La carretera estaba casi vacía a esa hora. Solo camioneros nocturnos y algún que otro conductor insomne como yo. Puse música para mantenerme despierta y traté de no mirar constantemente por el espejo retrovisor para ver si alguien me seguía.

Después de media hora, empecé a relajarme. Los suburbios de Nueva Orleans se desvanecían en mi espejo retrovisor, reemplazados por pantanos y carretera oscura. Cada milla que ponía entre mí y la ciudad me hacía sentir un poco más segura, un poco más como la persona normal que había sido hace una semana.

Tal vez esto funcionaría. Tal vez podría simplemente... salir de todo este drama sobrenatural y volver a una vida donde mi mayor preocupación fueran balances generales descuadrados.

Iba pensando exactamente eso cuando vi al lobo.

Al principio pensé que era un perro grande que se había escapado. Estaba parado en medio de la carretera como si fuera dueño del asfalto, sin inmutarse por mis faros o el sonido del motor.

Toqué la bocina. El animal no se movió.

Pisé el freno, sintiendo cómo el carro patinaba ligeramente en el asfalto húmedo por el rocío. Mi corazón se aceleró mientras me acercaba al animal. Era enorme. Más grande que cualquier perro que hubiera visto en mi vida. Casi del tamaño de un pony pequeño.

Me detuve a unos metros de distancia y volví a tocar la bocina. Esta vez más largo, más insistente.

El lobo me miró directamente a través del parabrisas.

Y ahí fue cuando supe, con esa certeza horrible que viene con reconocer algo que no quieres reconocer, que no era un lobo normal.

Sus ojos brillaban en la luz de mis faros, pero no con el reflejo típico de un animal nocturno. Brillaban con inteligencia. Con reconocimiento. Como si supiera exactamente quién era yo y por qué estaba ahí.

Mis manos empezaron a temblar en el volante.

El animal comenzó a cambiar.

No hay manera de describir lo que vi sin sonar completamente loca. Su forma se onduló, como si estuviera hecho de agua en lugar de carne y hueso. Los huesos crujían audiblemente, aunque estaba a metros de distancia. Su tamaño cambió, se encogió, se reorganizó.

En menos de un minuto, Logan Pate estaba parado donde había estado el lobo.

Desnudo.

Completamente desnudo.

Aparté la mirada inmediatamente, sintiendo cómo mi cara se ponía roja. Porque obviamente, en medio de todo este drama sobrenatural, mi cerebro decidió que ese era el momento perfecto para notar que Logan tenía un muy buen físico.

Cuando volví a mirar, se había puesto unos jeans que aparentemente había escondido cerca del camino. Porque por supuesto que los hombres lobo tenían cachés de ropa estratégicamente ubicados. Obviamente.

Se acercó a mi ventanilla y tocó el vidrio suavemente.

Consideré por un momento simplemente pisando el acelerador y atropellándolo. Pero probablemente sobreviviría, y entonces estaría realmente molesto conmigo.

Bajé la ventanilla.

—Hola, Piper.

—Logan.

—¿Vas a algún lado?

—Sí. Lejos de aquí.

—¿Puedo subir? Necesitamos hablar.

—No realmente.

—Piper, no puedes irte.

—Observa.

Puse el carro en drive, pero Logan puso una mano en el capó. Y aunque no parecía estar aplicando mucha fuerza, el carro no se movió. Para nada.

—¿En serio? ¿Fuerza sobrehumana?

—Entre otras cosas.

—Está bien, tienes cinco minutos. Después me voy, y si tratas de detenerme físicamente, te juro que encontraré alguna manera de hacerte la vida imposible.

Logan sonrió ligeramente ante eso y rodeó el carro para subirse del lado del pasajero.

—¿Adónde ibas?

—Texas. Tal vez California. En algún lugar donde no haya vampiros megalómanos que quieran convertir ciudades enteras en granjas humanas.

—Piper, si te vas, Andy toma el control automáticamente.

—Eso me dijiste. ¿Y qué?

Logan me miró como si fuera particularmente lenta.

—Andy ha estado trabajando con Sebastián en secreto. Durante años.

Eso me hizo pausar.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque Harold me lo dijo. Es por eso que Harold nunca confiaba completamente en él, pero no podía probarlo.

—¿Y ahora Andy va a... qué? ¿Entregar la ciudad a Sebastián?

—Andy va a facilitarle a Sebastián hacer lo que quiera a cambio de poder personal. Y lo que Sebastián quiere es convertir Nueva Orleans en su propio reino vampírico personal.

Me quedé callada por un momento, procesando eso.

—¿Y eso sería malo cómo exactamente? Quiero decir, además de lo obvio.

Logan se volteó en su asiento para mirarme completamente.

—Sebastián ve a los humanos como ganado, Piper. Literalmente. En su mundo perfecto, los humanos existirían solo para alimentar vampiros. Los mantendría como mascotas bien alimentadas en el mejor de los casos.

—Está bien, eso es horrible. Pero no veo cómo mi quedarse va a cambiar algo. No sé nada sobre política sobrenatural. No tengo poder real. ¿Qué se supone que haga contra un vampiro de ciento cincuenta años?

—No lo sé —admitió Logan—. Pero sé que Harold creía que podrías hacer algo. Y Harold no era estúpido.

—Harold también está muerto.

—Exactamente. Lo cual significa que eres literalmente la única cosa que se interpone entre Sebastián y lo que quiere.

Nos quedamos sentados en silencio en mi carro, en medio de la carretera vacía, rodeados de pantano oscuro. La situación era tan surrealista que parte de mí seguía esperando despertar en mi apartamento y descubrir que todo había sido una pesadilla muy elaborada.

—¿Por qué te importa? —pregunté finalmente—. Eres alfa de una manada de hombres lobo. Seguramente puedes cuidarte solo.

Logan tardó un momento en responder.

—Mi padre era alfa antes que yo. Sebastián lo corrompió gradualmente, lo convenció de que los vampiros y los lobos deberían ser aliados. Que deberían gobernar juntos sobre los humanos.

—¿Y tú no estuviste de acuerdo?

—Estuve de acuerdo hasta que vi lo que eso significaba realmente.

Su voz se volvió más dura.

—Sebastián empezó a "alimentarse" de miembros de mi manada. Mi padre lo permitió porque pensaba que era un precio pequeño que pagar por el poder. Cuando me opuse, mi padre me dijo que era débil. Que no entendía cómo funcionaba el mundo real.

—¿Qué pasó?

—Lo desafié. Es una tradición entre los lobos: cualquier miembro de la manada puede desafiar al alfa por el liderazgo. Mi padre aceptó porque estaba seguro de que ganaría.

—¿Y?

—Y lo maté.

La forma simple y directa en que lo dijo me hizo tragar saliva.

—¿Lo lamentas?

—Lamento que fuera necesario. Pero no lamento haberlo hecho.

Logan me miró directamente.

—Sebastián ha estado tratando de corromper líderes en Nueva Orleans durante décadas. Harold era uno de los pocos que nunca cedió. Si Andy toma el control, Sebastián tendrá influencia sobre tres de las cuatro facciones principales. Los vampiros obviamente, los humanos a través de Andy, y probablemente las brujas también porque Celeste es vieja y está cansada de luchar.

—¿Y tu manada?

—Mi manada luchará. Pero no somos suficientes para detenerlo solos.

—Está bien —dije lentamente—. Entiendo por qué no quieres que Andy tome el control. Pero sigo sin entender qué se supone que puedo hacer yo. Soy contadora. Mi habilidad más intimidante es encontrar discrepancias en balance general.

Logan sonrió ligeramente ante eso.

—Harold siempre decía que había algo especial en ti. Algo que heredaste de tu madre.

—¿Qué se supone que significa eso?

—No lo sé. Harold nunca fue específico. Solo decía que cuando fuera el momento correcto, entenderías.

—Genial. Súper útil.

Miré por el parabrisas hacia la carretera oscura que se extendía hacia Texas y la libertad. Luego miré a Logan, quien me observaba con una expresión que mezclaba esperanza y desesperación.

—¿Qué tan malo puede ponerse realmente? —pregunté—. En el peor escenario posible.

—¿Realmente quieres saberlo?

—Probablemente no, pero dímelo de todos modos.

Logan suspiró.

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