Logan se aclaró la garganta.
—Nos reunimos una vez al mes para discutir asuntos que afectan a todas las facciones. Problemas territoriales, situaciones que requieren discreción, conflictos que necesitan mediación. —¿Qué tipo de conflictos? —Por ejemplo —dijo Sebastián con esa sonrisa que me daba escalofríos—, cuando los humanos empiezan a hacer demasiadas preguntas sobre muertes inusuales. O cuando ciertas autoridades se vuelven... problemáticas. —¿Muertes inusuales como qué? Silencio incómodo en toda la habitación. —Accidentes —dijo Andy rápidamente—. Gente que se pierde en el pantano. Ataques de animales. Ese tipo de cosas. Pero la forma en que evitó mi mirada me dijo que "accidentes" no era exactamente la palabra correcta. —¿Y yo se supone que ayudo a encubrir estos accidentes? —Se supone que ayudas a mantener la paz —dijo Logan—. Harold era muy bueno en eso. —¿Y qué pasaba cuando Harold no estaba de acuerdo con algo? Otra pausa incómoda. —Harold podía ser muy... obstinado —dijo Sebastián, y había algo en su tono que me hizo saber que "obstinado" había sido un problema para él. —Pero estoy seguro de que tú serás más razonable —continuó Andy, poniéndome esa sonrisa perfecta otra vez—. Después de todo, es en el mejor interés de todos mantener la armonía. Miré alrededor del círculo de caras que me observaban. Sebastián con esa sonrisa depredadora que me hacía sentir como presa. Andy con su carisma falso que se sentía como actuación ensayada. Celeste con desconfianza obvia. Los humanos conscientes que parecían nerviosos pero resignados. Y Logan, que me miraba como si estuviera evaluando si yo podía manejar la verdad o si iba a salir corriendo. Honestamente, salir corriendo sonaba como una opción muy razonable en este momento. —Está bien —dije finalmente—. Asumiendo que esto no es algún tipo de obra de teatro muy elaborada, ¿qué exactamente necesitan de mí esta noche? Sebastián intercambió una mirada con Andy antes de hablar. —Hay ciertos... acuerdos territoriales que necesitan actualización. Restricciones que se han vuelto... obsoletas. —¿Qué tipo de restricciones? —Bueno —dijo Andy—, actualmente hay ciertas áreas de la ciudad que están limitadas para diferentes grupos. Y ciertos horarios que deben respetarse. —¿Como toques de queda? —Algo así. —¿Y ustedes quieren cambiar eso? —Los tiempos han cambiado —dijo Sebastián—. La ciudad ha crecido. Hay más... oportunidades disponibles. Logan se tensó visiblemente. —Las restricciones existen por una razón, Sebastián. —Sí, para mantenernos encerrados como animales. —Para mantener a los humanos seguros. —¿Seguros de qué? —pregunté. Nadie respondió inmediatamente, lo cual fue respuesta suficiente. —Miren —dije, levantándome de mi silla—, obviamente ustedes tienen algún tipo de situación compleja aquí. Pero yo acabo de enterarme de que vampiros y hombres lobo existen hace literalmente dos días. No estoy calificada para tomar decisiones sobre la seguridad de toda una ciudad. —Nadie espera que tomes decisiones importantes inmediatamente —dijo Andy con tono tranquilizador—. Solo necesitamos saber que estás abierta a discusiones futuras. —¿Y si no lo estoy? El ambiente en la habitación cambió inmediatamente. Se volvió más frío, más tenso. —Bueno —dijo Sebastián, levantándose también—, eso sería... desafortunado. Logan se puso de pie al mismo tiempo, moviéndose ligeramente para quedar entre Sebastián y yo. —No hay necesidad de amenazas, Sebastián. —¿Quién está amenazando? Solo estoy señalando que sería muy triste si la nueva representante humana fuera tan... inflexible como su predecesor. La forma en que dijo eso me heló la sangre. Había algo implícito en sus palabras, algo sobre lo que le había pasado a Harold. —Creo que esta reunión ha durado suficiente por esta noche —dijo Logan firmemente. —Estoy de acuerdo —dije rápidamente, dirigiéndome hacia la salida. —Espero verte pronto, Piper —dijo Sebastián mientras me alejaba—. Tenemos mucho de qué hablar. Salí del almacén sintiéndome como si acabara de escapar de algo peligroso. Mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo en mis oídos, y mis manos temblaban mientras buscaba las llaves del coche. —¿Estás bien? Me volteé y vi a Logan parado a unos metros de distancia, con las manos en los bolsillos y expresión preocupada. —No —dije honestamente—. Definitivamente no estoy bien. Acabo de descubrir que mi vida perfectamente normal era una ilusión y que aparentemente ahora soy responsable de proteger a toda una ciudad de... ¿qué exactamente? ¿Vampiros hambrientos? Logan se acercó un poco más. —Sé que es mucho para procesar. —¿Sebastián mató a Harold? Logan tardó demasiado en responder. —No puedo probarlo. —Pero lo sospechas. —Harold se oponía a darle a Sebastián más libertad en la ciudad. Y ahora Harold está muerto de un ataque cardíaco muy conveniente. Eso me hizo sentir náuseas. —¿Y ahora Sebastián espera que yo sea más cooperativa? —Eso parece. —¿Y si no lo soy? Logan me miró directamente. —Entonces probablemente tú también tendrás un ataque cardíaco muy conveniente. Genial. Perfecto. Mi vida había pasado de predeciblemente aburrida a potencialmente mortal en el espacio de una semana. —¿Qué harías tú en mi lugar? —pregunté. —Honestamente, probablemente me largaría de la ciudad esta misma noche. —¿Pero? —Pero si te vas, Andy toma el control automáticamente. Y Andy tiene simpatías hacia Sebastián que no son buenas para los humanos inocentes. —¿Qué tipo de simpatías? —El tipo que termina con muchas personas muertas. Nos quedamos parados en el estacionamiento mal iluminado, mirando cómo los otros grupos salían del almacén. Sebastián y sus vampiros se movían como líquido en la oscuridad, desapareciendo entre las sombras más rápido de lo que debería ser posible. Las brujas se dispersaron en diferentes direcciones, algunas caminando, otras... simplemente desvaneciendo. Los humanos conscientes subieron a coches normales y se fueron como si acabaran de salir de una reunión de la PTA. —¿Qué tan malo puede ponerse? —pregunté. Logan miró hacia donde Sebastián había desaparecido. —¿Realmente quieres saberlo? —Probablemente no, pero necesito saberlo. —Sebastián lleva ciento cincuenta años tratando de tomar control completo de Nueva Orleans. Harold era lo único que se interponía en su camino. Ahora Harold está muerto, y la única persona entre Sebastián y lo que quiere eres tú. —¿Y qué es lo que quiere exactamente? —Convertir Nueva Orleans en su propio reino personal. Con los humanos como ganado. Definitivamente necesitaba una bebida. O diez. —Genial —dije—. Simplemente genial. Logan me dio una tarjeta. —Ahí está mi número. Por si necesitas cualquier cosa. Miré la tarjeta. "Logan Pate - Consultoría de Seguridad." Aparentemente incluso los hombres lobo necesitaban trabajos de día creíbles. —¿Consultoría de seguridad? —No es mentira. Solo... especializada. A pesar de todo, eso me hizo sonreír un poco. —¿Algún consejo para alguien que acaba de heredar el trabajo más peligroso del mundo? —Sí —dijo Logan—. No confíes en nadie. Especialmente en Andy. —¿Ni siquiera en ti? Me miró por un momento largo antes de encogerse de hombros y responder. —Tengo mis propios intereses que proteger. Y con eso, se subió a su moto y se fue, dejándome parada sola en el aparcamiento con más preguntas que respuestas y la certeza absoluta de que mi vida acababa de volverse infinitamente más complicada.