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Estuve a punto de enfadarme, pero al final sí que pasamos unas vacaciones a solas. Habíamos pasado mucho tiempo juntos, pero nunca solos solos, sino más bien horas entre nosotros. La convivencia de un par de días se hizo fácil, maravillosa en realidad.

Uno de los últimos días en la playa me desperté desnuda, enredada en las sábanas de la cama y toda la pequeña casa que habíamos alquilado olía a café. Encontré a Diego en la cocina, sus tatuajes brutos y oscuros rasgaban sus músculos encorvados sobre la encimera. Me deslicé descalza por la tarima y pasé mis manos por su espalda abrazándolo por detrás.

—¿Y si nos quedamos aquí? —dije sabiendo que era imposible.

—Vale —respondió aunque él sabía que era imposible.

Antes de salir de vacaciones Diego había estado demasiado enfocado en el club y sus negocios, no había tenido mucho tiempo para nada ni siquiera para mi y no pensé que eso podría llegar a dolerme como lo había hecho. Tener durante cinco días su atención solo para mi me había revi
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