Capítulo 57. Extrañas sospechas.
La nueva mansión era, en cualquier otra circunstancia, un sueño hecho realidad. Amplia, luminosa, con vistas espectaculares de Boston.
Pero para Amelia, cada rincón se sentía como una celda exquisitamente decorada. Las revelaciones de Erika se habían incrustado en su mente, tiñendo de sospecha cada gesto de Noah, cada silencio.
Noah, ajeno a la tormenta que se gestaba en el interior de Amelia, parecía eufórico.
—¡Aquí seremos realmente felices, Amelia! Un nuevo comienzo para nosotros, para los trillizos —dijo una mañana, mientras la guiaba por el enorme jardín. Señaló una parte del terreno con una sonrisa—. He pensado en poner seguridad adicional aquí, un sistema de cámaras perimetrales. Con los trillizos en camino, nunca es demasiada precaución.
Amelia sintió un escalofrío. ¿Era una sensación de seguridad adicional o una forma de precaución o control? Recordó las palabras de Erika: «Se sentía vigilada». Asintió, forzando una sonrisa.
—Sí, claro, Noah. La seguridad es importante.
Esa