Capítulo 43. La Semilla de la Duda.
Ya el hogar no era un lugar donde la frialdad de Noah dictaba el ritmo. Ahora, una calidez inusual impregnaba el aire, tejida con las miradas cómplices y los gestos tiernos entre Noah y Amelia.
El personal, acostumbrado a la distancia del señor Koch, no tardó en notar los cambios. Las sonrisas de Amelia eran más frecuentes y espontáneas, y Noah, el "gruñón" como le llamaban a sus espaldas, se mostraba sorprendentemente atento, un gesto inaudito para él.
Lucero, siempre observando desde su puesto, notó cada detalle. La forma en que Noah esperaba a Amelia para el desayuno, cómo le preguntaba por sus clases de floristería, o el simple hecho de que se rieran juntos en el comedor.
La confrontación en la habitación de Amelia la había dejado reflexiva, y aunque la preocupación seguía anidada en su corazón, ver a su sobrina feliz, y al señor Koch tan distinto, la hacía sentir un extraño alivio.
Más tarde, mientras Amelia ayudaba a Alma a planificar las compras de la mansión, Lucero se acercó.