La botella vacía rueda por el suelo y golpea suavemente contra la mesa de centro, acompañada por el eco apagado del cristal. Julian se deja caer en el sofá, con la camisa abierta, los ojos enrojecidos y el aliento impregnado de whisky. La penumbra de su departamento apenas es interrumpida por la luz parpadeante de la ciudad entrando a través de las persianas.
En su cabeza, la misma imagen lo tortura una y otra vez: Giorgia, en su cama, con Chase. En esa cama en la que tantas veces le hizo el amor; en esa misma cama en la que se compartieron confidencias, los secretos más profundos y hasta hablaron del futuro... De su futuro. Un futuro que se había derrumbado como un castillo de naioes.
El dolor lo consume desde dentro, clavándole espinas en el pecho. Aprieta los dientes, toma otra botella y se sirve un vaso tembloroso.
—Maldito seas, corazón estúpido —gruñe, bebiendo de un trago—. ¿Por qué tuve que enamorarme de ella? ¿Por qué? ¿Por qué tuve que caer como un estúpido y pensar qu