Luciano respiró profundo frente al espejo de mármol en su oficina. La imagen que le devolvía era sobria y tranquila, pero por dentro albergaba una rabia contenida. Hoy no era solo un día para renunciar, sino para liberarse de una vez por todas, para cortar los lazos heredados que lo habían aplastado bajo ese apellido brillante y cruel.
La sala de juntas se sentía compleja, casi espesa. Todos estaban allí: los rostros conocidos, los que alguna vez aplaudieron por cerrar tratos millonarios, ahora lo miraban con indignación y enojo. Su padre estaba sentado en la cabecera de la mesa, el lugar que siempre le había correspondido a Luciano como líder del grupo Vannicelli, el que hasta ahora controlaba el destino de la empresa.
Luciano se puso de pie, mirando a todos.
—He convocado esta reunión para anunciar que renuncio como CEO del Grupo Vannicelli. —dijo con voz firme. — Mi decisión es definitiva.
Un murmullo surgió entre los asistentes, como un trueno apagado. Algunos bajaron la vista, o