—Te extrañé tanto, cariño —susurró Luciano. Luciano le daba un beso desesperado, su lengua caliente explorando su boca. Gabriele gemía, lo miraba y su corazón dolía. Había esperado tanto para esto. Ahora que finalmente lo tenía de nuevo, era más hermoso de lo que imaginaba, mucho mejor. Luciano apoyó las manos en el sofá, adoptando una postura provocativa. Se inclinó y besó su nuca, oliendo su cabello. —Te deseo, Gabriele —susurró. Entró lentamente en él, de manera tortuosa, sin resistencia alguna. Se retiró un poco para empujar más profundo, hizo una pausa para acariciar su cuerpo, besó su espalda, sus manos recorrieron su piel y lo sintió temblar.—Estoy dentro de ti, me encanta —dijo con voz ronca.— Muévete, no te quedes quieto, por favor — le pidió Gabriele con una voz suave y algo desesperada. Luciano se movió lentamente, poniendo las manos en sus caderas, disfrutando del calor y del contacto dulce que sentía. Gabriele gemía debajo de él, estremeciéndose y apretándolo contra
Gabriele salió del baño envuelto en una toalla, con gotas de agua aún cayendo de su cabello. Todavía tenía rondando en la cabeza la conversación que tuvo antes con Luciano. Él le había contado su plan respecto a Azzurra. Gabriele no pudo evitar pensar en ello mientras estuvo en la ducha. ¿Qué estaba dispuesto a hacer Luciano para recuperar el control? ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar?Mientras tanto, Luciano estaba sentado en la cama, con el teléfono en la mano. Cuando escuchó la puerta del baño abrirse, levantó la vista. —Luciano… —dijo Gabriele, acercándose despacio.Luciano dejó el teléfono a un lado y se giró hacia él.—¿Qué pasa, cariño? —preguntó con tono tranquilo y relajado. Gabriele se acomodó en la cama junto a él, dejando que sus piernas colgaran del borde mientras lo miraba fijamente.—Antes… cuando mencionaste que tenías un plan para Azzurra, que podías hacerle pagar por lo que nos hizo, ¿a qué te referías exactamente? —Preguntó con curiosidad.Luciano se recargó
Gabriele y Luciano seguían en la habitación, disfrutando un ligero desayuno, era un momento especial, el teléfono de Luciano vibraba insistentemente en la mesita de noche. Luciano lo miraba con fastidio, sin ganas de contestar, hasta que vio el nombre de Alessandro parpadeando en la pantalla. —Dame un segundo —susurró, apartándose con cuidado de Gabriele, quien se quedó en la cama. Luciano respondió, su voz al principio baja, pero luego sonó alterada, mientras la conversación avanzaba. Gabriele lo observaba de reojo, dándose cuenta de que una mala noticia que se aproximaba.—¿Estás seguro? ¿Quién notó algo? —preguntó Luciano. — Maldita sea. —Terminó la llamada sin decir nada más y permaneció de espaldas unos momentos, necesitaba asimilar lo que acababa de escuchar.—Tenemos un problema —dijo, regresando a la cama.Gabriele se levantó de inmediato. —¿Qué pasó? —preguntó con preocupación.—Uno de los auditores internos de Zaharie revisó por accidente los archivos que Alessandro mani
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el ambiente. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraron con
Esa noche, mientras continuaba la algarabía del baile con un ambiente lleno de risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: sus ojos penetrantes, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, G
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, bebiendo una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. Sabía que su amigo estaba lidiando co
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu
En el camino de regreso a casa, Gabriele, tomó la decisión de preguntarle a Luciano algo que había estado guardando en su interior.—¿Alguna vez has sentido atracción por un hombre? —Preguntó Gabriele, con un titubeo en su voz, mientras sus ojos buscaban en los de Luciano una pista, una señal que lo guiara a entender lo que él mismo no lograba comprender.Luciano lo observó con un rostro inexpresivo, al principio, Gabriele pensó que quizá no había escuchado bien, o que Luciano necesitaba unos segundos para procesar la pregunta, pero conforme los segundos se alargaban, la falta de una respuesta se volvió más clara. Era como si la pregunta de Gabriele no tuviera el menor impacto sobre él.¿No tienes nada que decir? —Gabriele murmuró.Luciano lo miró fijamente, sus ojos eran tan intensos como siempre.—Nada que decir, Gabriele. —Finalmente, su voz salió sin emoción alguna.La respuesta de Luciano y la ausencia de cualquier tipo de reacción en este hombre, hizo entender a Gabriele algo q