La respiración de Gabriele se volvía más rápida y errática mientras observaba la galería que lo rodeaba, un lugar como un eco suave, apenas contenido por las paredes de mármol blanco y luces doradas que iluminaban las obras. Gabriele recorría con la mirada cada rincón del salón, pero en realidad no estaba viendo nada. Sentía cómo su corazón se agitaba, estaba rodeado de su familia, de algunos viejos amigos, de curadores importantes y de artistas a los que había admirado durante años. Pero su mente, solo podía concentrarse en una cosa, la ausencia de Luciano.
El lugar era magnífico, techos altos, música tranquila, copas de vino en manos pulcras. Sus cuadros colgaban entre otros tan impactantes como los suyos y, sin embargo sentía que no podía respirar. Había soñado con este momento desde que era un niño, exponer allí, entre los grandes, ser parte de ese mundo. Pero ahora que estaba ocurriendo, sentía que algo le faltaba para que todo encajara.
Su madre, con un vestido sencillo pero eleg