No podía caminar derecho. No porque estuviera ebria. No porque estuviera drogada. Sino porque todavía podía sentirlo en mí. Todavía sentir el calor de su boca contra mi oído. Todavía sentir su voz rizándose por mi columna como humo.
Natasha estaba en algún lugar afuera. Ni siquiera sabía si todavía estaba follando con esos tipos, si me estaba buscando, si vio lo que pasó. No importaba. Todo en lo que podía concentrarme era en el dolor entre mis muslos.
Mis bragas estaban arruinadas y completamente empapadas, pegándose a mí como si fueran una segunda piel de vergüenza. Podía sentir lo desordenada que estaba cada vez que me movía. Podía olerlo… débil, pero ahí. El celo Omega era un mito. Eso es lo que solía pensar. Que tal vez no era para mí. Hasta esta noche. Joder.
Me tambaleé por el pasillo, cada paso empeorándolo. No estaba bien. Para nada. Mi piel zumbaba, mis pezones dolían por lo duros que estaban, y mi coño… Dios, mi coño… ardía en llamas. Mis muslos estaban mojados. Tan mojados