Ryden me condujo hacia la casa.
—Hay alguien esperándote adentro —susurra, haciendo que me aparte de él—. Está en la sala, lo saqué del trabajo.
Le lanzo mi bolso antes de correr hacia adentro. Ryden ríe detrás de mí mientras deslizo los pies por el suelo; mis zapatos pierden tracción y apenas logro sujetarme del marco de la puerta.
—¡Papá! —chillo antes de lanzarme a sus brazos.
—Calabacita —dice, abrazándome fuerte.
—Te extrañé —confieso, devolviendo el abrazo con todas mis fuerzas.
—¿Cómo puedes extrañarme? ¿Si apenas han pasado unos días? ¡Ah! El Alfa te marcó. ¿Se lo dijiste a tu madre ya? ¿Qué dijo? —me provoca mi papá.
—¿Dónde está mamá? —pregunto, ignorando su comentario.
—En el trabajo. Le pregunté si quería venir, pero dijo que tiene entrenamiento de la Manada —explica, encogiéndose de hombros.
—Está bien —le digo, y Ryden me mira de reojo. Puedo sentir la tensión emanando de él en oleadas. Afortunadamente, mi papá no parece notarlo—. ¿Café? —pregunto, intentando alejar a mi