Elara
Al llegar a mi habitación, mamá rebusca en mi bolso, saca algo de ropa y me la pasa. Es una camiseta oversized y unas mallas. Sorbiendo por la nariz, me las pongo mientras ella mira alrededor de la habitación.
Asiente, echándome un vistazo. —Es una bonita habitación. —Al ponerme la camiseta, asiento. Va a decir algo, pero se detiene.
—¿Qué pasa? —pregunto cuando veo que aprieta los labios, una señal de que está molesta por algo.
Mamá parece conflictuada antes de que su rostro habitual regrese. Desaparece mi madre protectora y en su lugar aparece mi mayor crítica; me arrepiento de inmediato de haber preguntado mientras sus ojos recorren mi cuerpo con esa mirada juzgadora suya. —¿Por qué no te defendiste?
—¡Estaba desnuda! —le grito. ¿Qué esperaba que hiciera?
—Te hiciste ver débil, no te aceptarán si pareces débil. Tienes que defenderte —me regaña, y todo lo que puedo pensar es en la tortura