Me acerqué a la puerta con la inquietud recorriendo mi cuerpo. ¿El señor Córdoba había venido a reprenderme por el mensaje personalmente? ¿Mario se le habría escapado a Teo para venir a acabar conmigo de una vez por todas? Con la respiración contenida, pegué la oreja a la puerta con la esperanza de obtener una pista sobre quién era.
—Chica, abre esta maldita puerta. Sé que estás despierta, Teo me envió un mensaje —gritó la voz de Dot tras otro golpe en la puerta, haciéndome casi saltar de mi piel.
Abrí la puerta de golpe.
—Me has dado un susto de muerte.
—Lo siento —sonrió Dot inocentemente—. ¿Quieres ir a desayunar con nosotros?
—Claro, déjame agarrar mis cosas —me apresuré a buscar mi bolso y agarré una chaqueta de mi armario, metiendo mi teléfono en el bolsillo—. Vámonos —sonreí, uniéndome a Dot, Joel y Max, en el vestíbulo.
Nos sentamos en la misma mesa que habíamos usado para cenar y elegí un tazón de fruta con un croissant para mi desayuno. Eché un vistazo a la mesa de los no enl