María Isabel
Duele como el infierno, el asiento justo dió en mi nariz cuando Amin se detuvo, ahora está frente a mi, con el rostro preocupado y sosteniendo el pañuelo para evitar más pérdida de sangre.
Hace años que no sentía tanto dolor, puedo ser una niña cuando me lastimo.
— Lo siento, te juro que lo ví, ese idiota saltó de la nada — no voy a culparlo, el pobre se trasladó a los asientos traseros en cuanto vió que estaba herida — Llamen al médico, lo esperamos en casa en 10 minutos, no más — dió la orden, yo no podía hablar del dolor, no sé cómo no grité más fuerte.
— ¡Voy a matarlo! Hablaré con el abogado, le diré que le saque hasta las ganas de respirar — estoy de acuerdo, eso le dolerá más que cualquier cosa — María ¿Ves lo bueno que es que te quedes en nuestra casa? Ese hijo de puta no te dejará en paz.
— Hay que contratar guardias, no podemos dejarla sola, no sabemos de qué sea capaz — Burak de inmediato toma su celular y pide refuerzos.
Ni que fuera un terrorista, Antonio