La mañana siguiente el soñar de un despertador fue ignorado, fue más la paz y la tranquilidad que ambos estaban sintiendo el uno por el otro, que Paul sólo puede abrazar a la mujer que le entrega ese amor mezquino.
—Preciosa, despierta, debemos levantarnos y seguir con nuestros compromisos— Paul empezó a besar el cuello de Luna, quien estaba negada a salir de esa cabaña, sintió una tranquilidad y pudo descansar más de lo que creía.
—¿Nos vamos tan temprano? — negándose a la idea de tener que ver a Carmela de frente.
—Si, vamos que el viaje es realmente largo— Paul se levantó por que aun tiene un par de planes antes de llegar a la casa de su madre.
Luna observo como la espalda del hombre desaparece entre el baño y la habitación, por un momento sintió el impulso de entregarse a él, pero lo dudo tanto que prefirió esperar un poco más.
Una vez que ambos estaban listos, salieron de la cabaña y se detuvieron por un momento para admirar el paisaje circular.
—Fuiste tan malo al negarme