CAPÍTULO 40. ¿Viniste solo?

Bells se quedó muda durante un instante. Aquella palabra había llegado a su mente sin que se lo propusiera, solo en el intento consciente de alejarse de aquel hombre, precisamente porque el resto de ella no lo hacía.

—¿Crees que esto es un juego? —siseó molesta y Stefano negó.

—No, claro que no lo es —murmuró acercándose a ella y por primera vez su voz era suave feliz y no ronca y demandante—. Pero no puedes evitar que me alegre. —Stefano acarició su rostro y Bells vio aquel brillo especial en sus ojos—. Te amamos, Bells, que recuerdes lo que sea, incluso un simple sobrenombre es... es hermoso, nena.

Bells ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, la boca del italiano impactó contra la suya con un beso profundo y ansioso que le hizo temblar las rodillas. Sus labios no eran duros y fríos como había creído, eran suaves y posesivos, calientes hasta el infinito y su lengua era una condenada tentación que hacía estragos dentro de su boca.

Sus manos se cerraron sobre los cabellos de Stefano y
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