—¿Me crees capaz de traicionarte, Hannah? —susurró con apremio y empujó la pelvis contra la mía, exaltándome—. Con el considerable esfuerzo que hice para conseguirte, ¿piensas que me fijaría en otra?
En la ventana contigua, se empezaban a filtrar los primeros rayos de un nuevo día, y fuera de la habitación a donde Adam acababa de llevarme, se escuchaban a los empleados comenzar a moverse por la casa. Esa habitación era una de las tantas habitaciones reservadas para huéspedes, ni siquiera era la nuestra.
Pero Adam me había arrastrado allí y corrido el pestillo, justo antes de que su servicio se activara.
—Responde a lo que te acabo de preguntar, Hannah. ¿Dudas de mí?
Cerré los ojos y me retorcí en sus brazos, sintiendo la punta de su nariz acariciarme el cuello a la par de su lengua. Era húmeda, caliente y suave.
—Ella te solía gustar, ¿no? —jadeé con mi temperatura corporal en aumento—. Justo como yo te gusto ahora. Ella era un capricho para ti...
Alzó la mirada.
—Entre Alexandra y yo