"Hannah, sé más del amor que usted y conozco mejor al desamor". Hasta ahora, esas palabras que compartió conmigo la noche que dormimos juntos por primera vez, en Montreal, tomaron su sentido real.
Adam Baker venía de un matrimonio fallido, rotó solo hacía un año. Yo era su segunda esposa.
Cuando la puerta de la oficina se abrió con esfuerzo, yo ya me encontraba oculta tras un muro. Me mantuve callada, con el corazón latiendo errante en el pecho y con la garganta contraída por la anticipación. Oí el bastón moverse dificultosamente sobre el piso, junto a la voz ronca del padre de Adam.
—Yo estoy seguro de que Sabine no tendrá inconveniente en volver a casa. Lo que sea que haya propiciado su divorcio, seguro tiene solución. No debe ser grave.
Escuché los pasos difíciles del hombre moverse por el pasillo, en dirección al elevador, junto a los pausados y firmes pasos de su hijo acompañándolo.
—¿Realmente lo crees así? —la voz de Adam estaba cargada de desprecio sutil—. ¿Y por qué tendría a