Otro bebé...
Al principio la noticia me abrumó, me tomó absolutamente por sorpresa y me costó mucho procesarla. Después de ver las dos líneas rosadas en la prueba, la guardé en mi bolso y tomé mi lugar, expirando el poco aire en mis pulmones. Adam trató de averiguar qué me ocurría, pero sellé mis labios y no le dije nada, porque aún no estaba lista para compartir la inesperada noticia con mi esposo.
Sabía que le haría feliz, que saltaría de dicha... Porque un nuevo hijo era lo que Adam más deseaba, pero no por los motivos que cualquier padre tiene, sino porque ese era un medio infalible para marcarme y decirle al resto de los hombres del mundo que yo era su esposa, más que eso, su mujer.
Después de un viaje de varias horas, que a mí me supieron pocas, el jet descendió suavemente sobre una pista ubicada a poca distancia de una bonita finca, que se abría sobre un campo verde y demasiado desolado, pero con una carretera de rocas sólidas bien iluminadas.
El cálido aire nocturno del verano