Ya era bien entrada la noche y Rossi no conciliar el sueño. Ella tenía una lucha por un sentimiento que no lograba evitar. Decidió salir y camino a la terraza, se sentó en una de las bombonas y se puso a mirar hacia el horizonte el reflejo de la luna en el agua del mar era espectacular así como la brisa marina y el sonido de olas del mar conseguían en ella una relajación total. Se estaba adormeciendo cuando de repente un ruido la despertó y del susto un breve salto dio. Al observar bien se percató que era Edward quien estaba allí . . .
–¿Qué estás haciendo aquí? –inquirió Rosi, genuinamente sorprendida y algo asustada.
Como si no lo hubiera estado esperando. Una vez más, Edward se sintió inquieto por la presencia de ella.
–Es mi casa, ¿recuerdas? –replicó él con voz tensa y baja, ronca por el deseo–. He estado caminando un poco, he ido a ver las vistas, mas reconfortantes –añadió.
Ella miro hacia el horizonte y suspiro
–. Pensé que estabas acostada. –Comento Edward. La imagi