Rossi tenía ya varios días de haber llegado y decidió salir de compras en compañía de la madre de Edward y de la niñera. Cuando ella descansaba en unas de las cafeterías del centro comercial. Se le acercó su viejo amigo de la universidad y conversaron un buen rato.
Joel le hizo un gesto a Rossi sobre una pareja de jóvenes enamorados y este exclamó.
–No estaba segura de que me dejaras acercarme a conversar contigo Rossi –le confesó, sonriendo–. No sabes cuánto me alegro de verte.
Joel miró la pulsera de diamantes que llevaba en la muñeca y dijo:
–Tienes muy buen aspecto. Menos mal que me he sobrepuesto al disgusto y me he atrevido a venir a saludarte
–¿Al disgusto? No te entiendo.
Joel suspiró.
–No te diste cuenta de nada, ¿verdad? Y eso que lo tenías delante de tus narices... En la universidad, siempre estuve esperando a que salieras de tu encierro emocional y te fijaras en mí, pero perdí mi oportunidad, cuando nos graduamos y enseguida te casaste con el idiota de Edward, el h