Después de regresar al país y tras aquella profunda conversación con Diego, Irene logró abrirse respecto a sus sentimientos.
Esta vez, no quería reprimir sus emociones. Gustar o amar, ¿acaso no podía permitirse ser libre y entregarse una vez más?
Diego seguía escribiendo.
No sabía por qué, pero esa actitud de Diego le parecía de alguna manera entrañable.
[¿Todavía no has dormido?] Sin dudar más, decidió escribirle.
Diego estaba tratando de encontrar la manera de decir algo más, pero cada frase que se le ocurría le parecía inapropiada.
Escribió y luego borró. Mientras estaba en ese dilema, de repente recibió un mensaje de Irene, ¡casi se le cae el teléfono de la sorpresa!
¿Irene le había respondido? ¡Le había respondido!
[¡No he dormido! ¿Y tú?]
Respondió de inmediato, pero al enviar el mensaje se dio cuenta de que era una tontería.
[¿Cómo está Feli?] Se obligó a calmarse y volvió a escribir.
[Feli ya está dormida, no tiene fiebre.] Irene le contestó.
Diego sintió como si una piedra pes